El Banco de México (BANXICO) provee a la economía del país de moneda nacional buscando, como objetivo prioritario, procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda.
¿Qué implica en términos prácticos este objetivo prioritario? Que un mexicano promedio tenga seguridad que en el transcurso del año, con una suma de dinero (en pesos) podrá comprar “casi” los mismos bienes y servicios que hoy está adquiriendo con esa misma suma. La palabra “casi” conduce a precisar que mantener la estabilidad en el valor del peso, implica que nuestra moneda sólo tenga un nivel “soportable” de pérdida en lo que puede o es capaz de comprar con la misma.
¿Qué tanta pérdida podremos soportar? En el Programa Monetario o de Política Monetaria 2019, anunciado el pasado 30 de enero, BANXICO prevé que la inflación general se sitúe en 3.4% en el cuarto trimestre del presente año, algo así como su meta de inflación. Esto implica que la pérdida que podremos “soportar” en este año, en el poder adquisitivo de nuestra moneda, por dar un ejemplo, equivale a que en lugar de pagar 1,000 pesos por los bienes y servicios que estamos adquiriendo hoy, se pronostica que pagaremos al final del año 1,034 pesos por esos mismos bienes y servicios. Precisamente esos 34 pesos adicionales que tendremos que desembolsar significan el sacrificio o pérdida “soportable” en el valor de nuestra moneda, como objetivo de política monetaria para este año.
¿Cuáles son los costos más importantes de una inflación alta y volátil?
A). El deterioro del poder adquisitivo de la moneda, generando una distribución del ingreso más desigual. Los hogares con menores ingresos tienen un acceso más limitado al sistema financiero y, en este sentido, son los que mantienen una mayor proporción de su riqueza en efectivo; por ello, son más afectados por la inflación. Así, en un entorno inflacionario se genera mayor desigualdad.
B). Puede distorsionar los patrones de consumo, ahorro e inversión. Esto propicia una asignación ineficiente de recursos, y afecta la productividad en la economía.
C). Afecta la planeación de largo plazo de los agentes económicos. Una mayor incertidumbre sobre el comportamiento de los precios en el futuro y, en consecuencia, sobre los flujos de efectivo esperados asociados con los proyectos de inversión, dificulta su evaluación, impactando en las decisiones de inversión y ahorro, con efectos adversos en el crecimiento económico y el empleo.
D). Puede propiciar un proceso de desintermediación financiera. Cuando la inflación es alta, el rendimiento de los instrumentos de ahorro puede no compensar los aumentos en precios, así los agentes económicos prefieren evitar esta pérdida de poder adquisitivo y destinar sus recursos a otros fines, o bien canalizar sus recursos al sistema financiero internacional. Ello reduce la oferta de fondos que podrían destinarse a inversiones productivas nacionales.
E). Conduce a un entorno de mayor incertidumbre, con un mayor costo real del crédito en la economía. Ante el riesgo de un cambio inesperado en la inflación, los prestamistas aumentarán el costo del financiamiento (intereses, etc.) para compensar las posibles pérdidas en el pago parcial o total por los préstamos otorgados. De esta forma, el aumento en el costo real del crédito repercute en los niveles de inversión, la creación de empleos y el crecimiento económico.
El riesgo de incumplimiento (al no abonar o pagar lo que nos prestan), junto con las dificultades financieras de algunos intermediarios (como los bancos comerciales pequeños o medianos), podrían tener repercusiones sobre la estabilidad del sistema financiero mexicano.
La estabilidad del poder adquisitivo de la moneda no ha sido siempre el objetivo central del BANXICO. La crisis de 1982 puso de manifiesto no sólo las debilidades estructurales de la economía, sino también comenzó a poner en cuestión cuál debía ser el objetivo central de política monetaria; no obstante ese cuestionamiento, su objetivo central continuó siendo la promoción del desarrollo.
Durante los años sesenta existió la creencia que mediante una política monetaria sistemáticamente expansiva, era posible impulsar la actividad económica en forma permanente. Esta creencia se debe a la publicación de la famosa curva de Phillips (1957) en Reino Unido. Se generó, pues, la idea que se podía reducir el desempleo de manera permanente, si se aceptaba una mayor inflación.
Fueron Phelps y Friedman, a fines de los sesentas, quienes dieron popularidad a las expectativas adaptativas (formulada por I. Fischer en 1911). Por ejemplo, si el gobierno decidiera fomentar una política monetaria expansiva, la inflación aumentaría y el desempleo disminuiría según la curva de Phillips. Sin embargo, una segunda o tercera vez, los agentes económicos rápidamente asociarían una mayor inflación con un aumento de los salarios en un círculo vicioso, y ajustarían su comportamiento acorde con experiencias pasadas. Anticiparían que la inflación disminuiría su poder adquisitivo y la política monetaria tendría poco efecto. La conclusión es que una política monetaria expansiva solamente produciría un aumento temporal (a corto plazo) en la actividad económica.
Lucas, Sargent y Wallace, mediante el supuesto de expectativas racionales, publicado a mediados de los setentas, opinaron que los agentes sistemáticamente subestiman la inflación. De esta forma, si las autoridades monetarias generan una inflación cada vez más elevada, la inflación esperada por los agentes siempre será menor que la realmente observada. Por tanto, la relación entre inflación y desempleo tiende a desaparecer aún en el corto plazo. Como se observa, este paradigma es más ácido que el de Phelps y Friedman, en el sentido de abatir la creencia que una política monetaria sistemáticamente expansiva puede impulsar la actividad económica (aún en el corto plazo) y, por tanto, es una punzante crítica a que el objetivo central de política monetaria tenga que ser la promoción del desarrollo.
En el lapso 1982-1988, se utilizarían múltiples mecanismos para controlar la inflación en nuestro país, destacando el uso de instrumentos fiscales y cambiarios, así como la concertación de acuerdos con trabajadores y empresarios (que dieron pauta a políticas alimentadas por la heterodoxia económica).
A partir de 1988, la política monetaria tendría por objeto controlar la inflación y estaría condicionada por el mercado de divisas (política cambiaria). En agosto de 1993 se enmiendan los artículos 28, 73 y 123 de la Constitución Política de México, institucionalizando la autonomía operacional del BANXICO y fijando su objetivo central: la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda.
La autonomía del BANXICO se sustentaría en tres fundamentos: A). Independencia para determinar el volumen del crédito primario; B). Independencia que se otorga a las personas que integren su junta de gobierno; C). Independencia administrativa de la Institución.
A partir del 21 de enero de 2008 el BANXICO inició una nueva etapa en la política monetaria. Uno de los aspectos que ha trascendido por once años, lo constituye el objetivo de inflación anual –medido por el Índice Nacional de Precios al Consumidor- de 3%, que considera un intervalo de variabilidad de mas/menos un punto porcentual alrededor de la meta (no se debe ubicar por debajo de 2%, ni por encima de 4%), esto último para acomodar cambios en los precios relativos debido a las perturbaciones a las que está sujeta la economía y a que la relación entre las acciones de política monetaria y los resultados en la inflación es en ocasiones imprecisa o tardía.
De esta manera, el Programa Monetario 2019 de BANXICO es consistente con esa meta de inflación general, al anticipar que ésta se ubicaría alrededor de 3% en el primer semestre de 2020. Estas, entre otras, son las apuestas que están en manos de cinco economistas: dos del ITAM, dos de la UNAM y uno de la Universidad Anáhuac; de estas dos últimas universidades egresaron los recientemente nombrados Subgobernadores, me refiero a Gerardo Esquivel, Profesor del COLMEX y uno de los economistas más citados de México, de acuerdo con Research Papers in Economics (2016), también Jonathan Heath, experto en la construcción de modelos macroeconométricos para el gobierno mexicano y Wharton Econometrics. Que Dios los ilumine y que los demonios no vayan a intervenir la sagrada autonomía del Banco de México. Por ello, debemos estar atentos.