Diez días de violencia en Sinaloa: ¿Cuándo parará?

    La narrativa social es de miedo, frustración y desánimo, junto con la irritación ante la resignación del gobierno.

    En Culiacán, podemos decir que Sinaloa también, vivimos ya diez días de temor, tensión e incertidumbre, de no saber cuando parará esta batalla que llevan a cabo dos grupos de poder del crimen organizado, que prácticamente tienen de rehenes a toda la población y sus actividades, al extremo de que prácticamente el mayor porcentaje de las empresas, negocios y actividades culturales y recreativas no se realizan y las que se hacen son desde el hogar, quedando desiertas las calles de la capital sinaloense.

    Por las redes sociales, por donde se comunica la mayor parte de la gente, la narrativa es de miedo, frustración y desánimo, junto con la irritación que crece por que pareciera que el primer resignado de que así sean las cosas, es el gobierno.

    Vivimos pues, un momento crítico, diría yo, de quiebre, de un fenómeno histórico, parte de nuestras existencias, como la coexistencia de una sociedad dedicada a sobrevivir y progresar, con un mundo de negocios criminal, quien ya rebaso a las autoridades y prácticamente se convirtió en gobierno.

    El viejo negocio que se creo al finalizar la guerra de Corea en 1953, cuando se creo la ley que declaro “la prohibición del uso, cultivo y trafico de drogas”, y con ello la campaña de erradicación de esos cultivos en la sierra de Sinaloa, que empezó con “mulas” y “burreros” transportando y traficando pequeños volúmenes de drogas hacia los estados unidos, específica y principalmente, marihuana y goma de opio, hasta convertirse en nuestros días en una gran industria de carácter transnacional y tan rentable como la industria petrolera.

    Este negocio ya es un poder que rebasa fronteras, no se diga las de Sinaloa, y mueve tanto capital, que solo lo superan la industria petrolera y el comercio de armas, es decir, que ocupa el tercer lugar entre las principales renglones de negocios en el mundo.

    Por eso, lo que ha sucedido aquí en Sinaloa, con el quiebre de la unidad del grupo más importante del país, alcanza las connotaciones que estamos viviendo, que aunado a la política del “dejen hacer, dejen pasar” con su estrategia de “abrazos y no balazos” o la pretensión del gobierno de Peña Nieto que pretendió controlarlos y regularlos, es un hecho inocultable que ambos han resultado en fracasos monumentales, para lo que se requieren nuevas estrategias.

    Estrategias que el gobierno debe elaborar para su control y combate, mediante políticas publicas diversificados, que van desde la legalización del uso y consumo, como también políticas de paz y legalización de sus capitales, por ejemplo.

    En particular, sobre el caso inmediato que se requiere superar la crisis que vive Sinaloa, y específicamente Culiacán, es obligado que el gobernador Rubén Rocha asuma su rol y lidere una gran convocatoria para dialogar y desplegar iniciativas en el sentido de alcanzar la paz entre facciones del grupo de Sinaloa.

    El gobernador es quien puede y debe entablar los diálogos con todos y encaminar con medidas concretas, la normalización de la vida de la sociedad seguramente no será la solución en un día, pero poco a poco, caminando se podrá alcanzar, ojala.

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