Nicolás y Jorge, inocentes que se arriesgaron y encontraron la muerte

Los dos empleados de un taller de carpintería perdieron la vida en los hechos violentos registrados en Culiacán, el pasado 17 de octubre

Culiacán, Sinaloa.- El reloj marcaba las 17:11 (5:11 de la tarde) cuando José Nicolás, un empleado de una carpintería, envió un mensaje de voz a su jefe, el dueño del taller de carpintería DIMSA.

Se habían enterado de las balaceras en la ciudad. Él y su compañero Jorge Arturo, estaban trabajando en el Centro de Ciencias Sinaloa, justo frente a CU, en la UAS. Ahí instalaban unas cajoneras y unos escritorios de madera de lo que será el nuevo CCS.

Entonces llegó el mensaje de voz de Whatsapp enviado por Nicolás al dueño del negocio. Habían terminado y querían saber qué hacer. Se escucha una voz con tono de preocupación.

“Nosotros estamos aquí en el Centro de Ciencias, pero nosotros no nos podemos arrimar para allá está cabrón”, avisaba José Nicolás, de 33 años. Era quizá su último mensaje.

“No, no te acerques. Aquí sigue el agarre bien fuerte, bien fuerte. Bien grave, la neta”, decía su patrón.

“Qué bueno que me dices. Aguántese un ratillo. Ahorita te digo, ya que se calme. Se está calmando un ratillo, pero vamos a ver”, fue el mensaje que envió el dueño del negocio para avisarle que no se movieran, que se escucha en la bocina del equipo Samsung.

Para esa hora, las balaceras tenían más de dos horas que iniciaron y los enfrentamientos se habían extendido a otras avenidas aledañas del sector Desarrollo Urbano Tres Ríos.

Hasta el taller de carpintería se escuchaban los disparos. Y es que sobre el bulevar Universitarios, a unos metros del negocio, se descargaban fuertes ráfagas de rifles automáticos.

Gente corriendo con pánico por las calles. Los negocios del bulevar, casi esquina con Sánchez Alonso, (gasolinera, abarrotes, ferreterías, y todos los alrededores), habían cerrado. Las calles se habían quedado solas.

Los clientes y trabajadores se escondían donde podían.

Nicolás, y Jorge, quienes solían trabajar juntos, por razones desconocidas habrían hecho caso omiso de no moverse y se aventuraron al camino. Un testigo narró que desafortunadamente los jóvenes se fueron bajo responsabilidad.

Todo indica que una vez que se habrían retirado del Centro de Ciencias, se presume que circularon desde CCS por el bulevar Universitarios y después, por razones extrañas, se introdujeron hacia la zona de mayor peligro que era el de Sánchez Alonso.

Se presume que habría venido una confusión, entre los maleantes y las fuerzas militares quienes disparaban en varias direcciones.

La camioneta Nissan blanca con redilas que conducían había quedado de frente con una unidad del Ejército mexicano, tal cual se observó al día siguiente, una vez que amaneció.

Ese día cayó la noche. Las calles lucían solas. Carros abandonados, camiones en medio de la calle. El silenció y el miedo reinaba. Los centros comerciales y restaurantes de la zona habían bajado las cortinas con sus clientes adentro.

Pasada la noche nadie supo más de los jóvenes de 33 y 23 años, quienes habían perdido la vida cuando intentaron correr. Ambos fueron hallados debajo de la camioneta Nissan pick up, en la que habían salido a trabajar al Centro de Ciencias.

Nicolás y Jorge fueron descritos como dos jóvenes muy trabajadores y responsables, que disfrutaban lo que hacían. La empresa DIMSA para la que laboraban se hizo cargo de los gastos funerarios. Cubrió 60 mil pesos en darles cristiana sepultura.

La Fiscalía, a decir del dueño del negocio, sólo ayudó con la compra de uno de los dos ataúdes.

El dueño acusó que a la fecha ningún gobierno se ha querido hacer responsable de los daños que han sufrido como empresa, menos de todo el equipo que le fue robado de la camioneta que traían los hoy fallecidos que le fueron truncados sus sueños.

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