El presupuesto

    Foto destacada López Duarte

    El presupuesto en cualquier lugar, instancia e institución, en su momento será un tema primordial para todos y más aún cuando se trata de un gobierno, en una crisis estructural, con grandes obstáculos y muy acotado, además con una estrategia y un plan de desarrollo que no terminan de convencer ni dejar en claro para un juicio determinante sobre su viabilidad, efectos y trascendencia.

    En su segundo año de gobierno, AMLO gastará casi un billón de pesos más que Peña Nieto en el 2018, y todo parece indicar que la crisis en la que está entrando la economía será difícil que la frenen a corto plazo y peor aún, con la recesión económica mundial en curso que vaticinan para el 2020, caída en el PIB de todos los países, incluidos los más ricos e industrializados.

    Por eso y por muchas cosas más, el presidente López Obrador debiera, por lo menos en este tema, bajarle a su cerrazón de no escuchar voces de quienes discrepan de sus pronósticos, medidas, estrategias y programas de gobierno para enfrentar el empantanamiento económico del país.

    Todas las economías, por lo menos de los países similares a México y que han tenido caídas en su producción mucho menor que la de México, dos o tres décimas porcentuales, discuten preocupados por lo que puede ocurrir el 2020 y cómo detener esta tendencia.

    En México hemos caído diez veces más porque habíamos pronosticado un crecimiento del 2.5% y resulta que para este cuarto trimestre que cursamos el crecimiento durante el 2019 ha resultado en cero por ciento y resulta que el presidente “ni suda ni se abochorna” y quién sabe si se preocupe, pero no escucha ninguna voz, ni las propias ni las ajenas, que le advierten los riesgos que vive la economía y que urgen medidas contracíclicas.

    El presupuesto 2020 ha resultado una réplica en buena medida del 2019, con mayor énfasis en los programas sociales de bienestar para los más pobres, jóvenes y marginados, con un monto que ronda los 500 mil millones de pesos, casi el diez por ciento del presupuesto, programas que sin duda son de gran beneficio, pero sin convencer a los grandes capitales por esa conducta que es capaz de promover desatinos como el del aeropuerto de Texcoco, como tampoco al sector agropecuario, estratégico para el país.

    Aprovecho para un comentario particular sobre las organizaciones sociales que con motivo del presupuesto han sido estigmatizadas hasta el escarnio y condenadas al patíbulo por “parásitas y ladronas”, juicio fácil y simple, como el de los fanáticos que creen que las cosas son blanco o negro y que la palabra del profeta es ley, cuando se trata simplemente de desmantelar redes políticas y sociales que no controlen para crear las propias.

    Los programas sociales son inexistentes sin una organización social. El pueblo mexicano así ha funcionado siempre ¿Funcionará ahora de otra manera? Obviamente sin negar de que hay pícaros en esas organizaciones, que los hay, pero a ellas, las organizaciones, no se les puede negar.

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