A principios de septiembre de 1990, se desarrolló en la Ciudad de México, un coloquio internacional de intelectuales europeos y latinoamericanos, patrocinado por Televisa. Mario Vargas Llosa, el escritor peruano que incursionó en la política de su país, vino a México y le tomó la palabra a Octavio Paz y al resto de los organizadores del encuentro de intelectuales.
Con total libertad habló largo y tendido sobre el Partido Revolucionario Institucional y su permanencia en el poder, desde su fundación en 1929, por el presidente Plutarco Elías Calles, como otro ejemplo de las dictaduras latinoamericanas. En cierto momento consideró a México “una dictadura perfecta”.
Ese día durante la mañana, en una conferencia de prensa, apareció un Vargas Llosa ataviado con un fino traje cruzado, quien se abstuvo de emitir juicios sobre el sistema político mexicano. Dijo que era por respeto al país que lo tenía de huésped. Sin embargo por la noche, ya en el estudio de televisión donde se desarrollaba el debate “ El siglo XX: la experiencia de la libertad”, conocedor de que estaba en el aire en una estación de televisión con cobertura nacional del consorcio Televisa, Vargas Llosa habló de la política mexicana, cosa que de seguro sorprendió a Octavio Paz, puesto que la idea del evento era hablar de la Europa del Este.
Dijo Vargas Llosa “Espero no parecer demasiado inelegante por decir lo que voy a decir”, comenzó. “Yo no creo que se pueda exonerar a México de esa tradición de dictaduras latinoamericanas. Creo que el caso de México, cuya democratización actual soy el primero en aplaudir, como todos los que creemos en la democracia, encaja en esa tradición con un matiz que es más bien el de un agravante”.
“México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el comunismo. No es la URSS. No es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México», dijo un Vargas Llosa que a estas alturas ya parecía de nuevo el político intenso de hace unos meses. México, siguió, “es la dictadura carnuflada”. “Tiene las características de la dictadura: la permanencia, no de un hombre, pero sí de un partido. Y de un partido que es inarnovible”.
Octavio Paz escuchaba serio, sentado atrás en el estudio de televisión y con una expresión de molestia. No podía intervenir, puesto que era su discípulo Enrique Krauze, quien dirigía el debate.
Vargas Llosa se olvidó de sus anfitriones mexicanos. “Yo no creo”, refiriéndose al PRI, “que haya en América Latina ningún caso de sistema de dictadura que haya reclutado tan eficientemente al medio intelectual, sobornándole de una manera muy sutil”. Los mazazos de Vargas Llosa parecían no terminar. Había asombro en la audiencia.
Por un lado, es casi una regla no escrita del sistema político mexicano, léase el régimen priísta, y a los extranjeros les está vedado opinar en México sobre el país. Y peor de un latinoamericano, que por lo general, huyendo de exilios y persecuciones, acude a México, en busca de asilo. Además, Vargas Llosa hablaba en un evento que tenía el patrocinio de Televisa, consorcio que, sin pelos en la lengua, se definió como “soldado del PRI”, al decir de su presidente el extinto Emilio Azcárraga Milmo.
Han transcurrido casi 29 años desde que Vargas Llosa emitiera su juicio de la dictadura perfecta y ahora el pasado viernes, durante el desarrollo de su conferencia sobre la caída del muro de Berlín, celebrada en el Museo Memoria y Tolerancia, de la Ciudad de México, en la sesión de preguntas y respuestas, refiriéndose a como veía a nuestro país, contestó “Lo veo mal. Lamento decirlo, porque quiero mucho y tengo mucha admiración por México. Quisiera que jugara un papel absolutamente fundamental como el gran país que es en América Latina, temo que este gobierno esté retrocediendo un poco a México, que comenzaba a salir de esa dictadura perfecta, que no era tan perfecta, era bastante imperfecta para los mexicanos”, explicó.
Dijo que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y su acendrado populismo, puede representar el “regreso de México a la dictadura perfecta”. “Y me temo muchísimo que el populismo, que parece realmente la ideología del actual Presidente de México, nos conduzca otra vez a la dictatura perfecta o imperfecta, pero dictadura al fin y al cabo”.
La respuesta a las afirmaciones de Vargas Llosa, vino de Beatriz Gutiérrez Müller, investigadora y esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien publicó en su cuenta de Facebook, “su preocupación ante cómo ideologías de ganadores del Premio Nobel pueden hacer retroceder a América Latina”.
En su publicación, Müller confiesa que “ve mal a ciertos escritores que han ganado el Premio Nobel”, acto que lamentó porque ella “quiere mucho a los escritores”. Habría que entender nuestra historia y el papel que habría jugado el viejo PRI en mantener la ideología de la Revolución Mexicana y sobre todo defender los postulados de la Constitución Política de México, que es el verdadero pacto social que nos dimos los mexicanos y que, lo que el presidente Andrés Manuel López Obrador, trata de hacer con la ideología que envuelve a su gobierno, es emular los gobiernos del PRI, de la década de los setentas, con un régimen de economía mixta, donde inversionistas y el gobierno, contribuyan al desarrollo del país, en un régimen de libertades y derechos.