Resulta impresionante escuchar tantas afirmaciones por el presidente López Obrador, que nos pone a pensar todos los días: ¿Y ahora qué sigue? Cuando habla incontenible sobre diversos temas, en ocasiones ignorando su naturaleza y circunstancias.
Lamentable, muy lamentable resulta el espectáculo que deprime por lo que se derrocha y se pierde desde la investidura y el poder, que a todos los mexicanos nos afecta su desempeño.
El más reciente es la justificación que hace a su secretaria de Energía, Rocío Nahle, quien el viernes 15 de mayo emitió un decreto a todas luces violatorio a las leyes contra un conjunto de empresas productoras de electricidad eólica y solar, para “poner orden en CFE”, diría el presidente. No pudieron escoger peor momento más que el de la pandemia y la crisis económica que se agiganta para tomar tal medida.
Y todo por la ignorancia que campea en las huestes del presidente, quienes a modo de propaganda desde la campaña electoral del 2018 se comprometieron a “tumbar las reformas estructurales” y en particular la reforma energética, sin saber la situación que prevalecía en PEMEX y CFE.
Desde el 2003 muchas voces calificadas insistieron en la necesaria reforma del sector para eficientarlo y abrirlo a la competencia del mercado, eliminando sus atavismos, desviaciones y rezagos, particularmente el rol de empresas del Estado, dotarles de autonomía de gestión y terminar con la simulación de empresas nacionales, cuando PEMEX ya tenía privatizado el 51% de sus activos y CFE el 47% de los propios.
PEMEX y CFE han sido empresas que han subsidiado en buena parte de su vida, al erario público y engordado a una burocracia política corrupta que tienen sus grandes negocios en ellas (Hank González y Rodríguez Alcaine, por citar algunos).
Cantarel fue el último gran yacimiento de PEMEX para el que tuvo capacidad tecnológica de explotación propia y ante el agotamiento de éste, vinieron sucesivamente la caída de la producción y su quiebra, debiendo recurrir al capital y mercado internacional por lo que le urgía la reforma.
Y lo que ocurre con la Comisión Federal de Electricidad, particularmente con la producción eólica y solar de energía eléctrica, desde los años noventa ya había particulares produciendo energía eléctrica, por lo que ahora el supuesto conflicto con esos productores es tan solo una cuestión de pesos y centavos, donde la CFE debe pagara estos particulares sus excedentes que la paraestatal vende.
Digo lo anterior por la sencilla razón que lo que sucede con la producción eléctrica es una situación que ya pasó con el petróleo, que llevó a la OPEP (organización de productores y explotadores de petróleo) a reducir la producción en diez millones de barriles diarios, producto de la caída de consumo por la pandemia por Covid, y así recuperar los precios del petróleo.
Igual ocurre con la electricidad, pero como la energía eléctrica no se puede almacenar, esta se debe consumir y al no haber quien la consuma la CFE la debe pagar y ¿Por qué la eólica y solar? Pues porque ambas pueden producir todos los días del año, durante gran parte del día.
Las plantas de CFE son hidráulicas, de combustóleo y de gas, todas ellas se pueden parar “apretando un botón”, pero las plantas eólicas y solares no son el caso. Además estas plantas se construyeron bajo contratos con CFE, quien es la que regula la transmisión y comercialización de la energía. Que hoy el consumo en buena medida se encuentra “en la lona” es una cosa y eso se puede tratar de otra manera… digo. Mañana le seguimos.