La inminente catástrofe del agua y la indiferencia de los gobiernos

    A estas alturas del fenómeno “la niña”, que azota la región Pacífico norte desde el 2020, cuando hubo una notable disminución de lluvias en México durante aquel verano, el hecho que después de que múltiples organismos internacionales han pronosticado las graves consecuencias para el 2021, no se ve autoridad alguna en México que intente algo al respecto, tanto que, en algunas regiones del país, el problema del agua, incluso para consumo humano, empieza a ser dramático.

    La NASA ya alertó sobre la gravedad de la sequía en México, donde ya alcanza a 15 entidades, de las 667 presas consideradas como grandes, ya CONAGUA anuncia que 69 se encuentran por debajo del 30% de su capacidad y que zonas de alta densidad poblacional, como la Ciudad de México y el Estado de México, el sistema Cutzamala que los abastece se está agotando (46% de su capacidad, el más bajo en años) y, por si algo le hiciera falta a los capitalinos, se tienen que adoptar medidas de emergencia al respecto.

    Según CONAGUA 1,295 municipios del país sufren sequía de moderada a severa, y 488 registran una situación “anormalmente seca” y, agrega, el 84% del territorio nacional es golpeado por la sequía, e indica que el noroeste del país es donde se refleja con mayor intensidad y que ya provoca, además de incendios forestales, la muerte de ganado y desabasto de agua para la agricultura, escases de agua para consumo humano, como ocurre ya en zonas de Jalisco, Tamaulipas, Sinaloa, Chihuahua y Sonora.

    El fenómeno de “la niña” ya provocó una gran catástrofe en Sinaloa en su “visita” anterior a nuestro estado (2010-2011), cuando se dio la helada de febrero de 2011, que arrasó con las siembras de más de 600 mil hectáreas, con un valor de producción superior a los 40 mil millones de pesos, considerado uno de los diez peores desastres naturales en México desde el sismo de 1985 en la Ciudad de México.

    La economía agrícola sinaloense quedó devastada y colocó al gobierno de Mario López Valdez de rodillas y a buscar un milagro para comenzar la recuperación del desastre económico de los sinaloenses.

    El pronóstico para “la niña” en 2020-2021 es de que durará hasta el verano de este año, por allá hasta julio, pero lo cierto es que, desde el año pasado, la OMMONU (Organización Meteorológica Mundial para la ONU) ya había pronosticado todo lo que está ocurriendo, y aun así no se avista a ningún gobierno a tomar medidas al respecto.

    Desde enero ya se habían detectado los abatimientos de los mantos freáticos, la reducción de riesgo en los volúmenes de agua en las presas, que no hubiera pasto silvestre para el ganado familiar en las zonas serranas y se requerirá desde entonces de forraje comercial, que los arroyos estuvieran secos y las vacas se empezaran a morir de sed, los incendios y tantos casos que la gente se preguntó ¿Qué hacemos?

    Tanto ha sido así, que los agricultores de la zona de Angostura solicitaron a CONAGUA les garantizara 20 millones de metros cúbicos de agua para garantizar sus cosechas (unas cien mil hectáreas) y, seguramente, todo que le garanticen su riego agrícola con el riesgo de que su producción merme sensiblemente o se pierda (son más de 500 mil hectáreas de maíz).

    Las presas más importantes de Sinaloa promedian un nivel del 20%, prácticamente sin poder garantizar el riesgo agrícola, tanto que en Bacurato, el pasado 2 de mayo reapareció en el fondo de la presa “Bacurato”, el panteón de “Terahuito”, que desde que se hizo la presa en 1981 no se veía.

    Ojalá y, por lo menos, el gobierno del estado se pusiera a reunir a los sectores sociales y gobiernos municipales para informar a toda la sociedad lo que ocurre y lo que puede pasar.

    Es cierto que, desde hace mucho, el fenómeno del “cambio climático” les ha importado un pito y casi todos han hablado sobre él y utilizado los organismos ecologistas, pero las medidas en políticas públicas han brillado por su ausencia.

    “La niña” apareció en los años 50 del siglo pasado y la etapa más cruenta de este fenómeno se consolidó a partir de mediados de los años noventa, 20 años después de que se creó la CONAZA (Comisión Nacional de Zonas Áridas), aparece recurrentemente cada vez en intervalos más cortos, reduciéndose de un periodo de diez años a un promedio de cinco años, y ni así los gobiernos reaccionan.

    Los peores azotes de “la niña” en Sinaloa han sido la sequía de 1999-2000 y la helada de febrero del 2011, los dos fueron un desastre para la sociedad sinaloense en todos los sentidos ¿No será posible que algún gobierno trabaje a largo plazo algún programa con tanto científico que tenemos?

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