A mediados de febrero, cuando el escándalo de la “casa gris” estaba en su apogeo, la empresa Mitofsky publicó que AMLO había decaído un seis por ciento de respaldo, y aquí en este espacio concluimos que con la caída de enero que había medido la encuestadora del periódico “El Financiero” para ese mes, que había sido de 7 puntos porcentuales, sumaba una caída de 13 puntos para entonces, cálculo que me cuestionaron algunos lectores y amigos, y quizás tengan razón porque eran dos encuestadoras distintas, pero ahora que “El Financiero” publicó su encuesta de febrero, sacó que si había caído 6 puntos en el mes y que en lo que va del año ya suma 13 puntos, cayendo de 67 a 54 puntos porcentuales de aceptación.
Y eso pareciera ser tan solo un bache o una coyuntura en la ruta del gobierno que encabeza, sabiendo que ya han ocurrido otros atrás, pero si a este se agrega que en lo que va del año la aprobación de su gobierno cayó 19 puntos, de 63 a 44, eso ya es otra cosa y debe encender las alarmas en el cuartel del presidente López Obrador.
¿Qué significa lo anterior? Que identificamos mejor al presidente que a su gobierno y que no lo hacemos responsable de todo el ejercicio de su gobierno. Por eso lo delicado está ahí, porque la gente tarde o temprano advertirá que el desempeño de su gobierno es responsabilidad de él y cuando eso suceda las posibilidades de recomponer las cosas le serán más difíciles, y quién sabe si las pueda revertir.
Por lo pronto, así está con cuatro grandes contextos que se sobreponen unos a otros y al final resultan una ecuación complicada. Primero, la guerra en Ucrania y sus consecuencias que, en conjunto, representan un paquete geopolítico económico de altísimo riesgo; Segundo, en cuatro semanas y media, el 10 de abril, se llevará a cabo la consulta sobre la revocación de mandato, que no augura un buen resultado para el presidente López Obrador; Tercero, la reforma eléctrica que acaba de terminar los foros del “parlamento abierto”, siguen el resumen de conclusiones y la definición de si la impulsan en este periodo legislativo o la mandan para septiembre, que parece lo más probable; Y cuatro, la elección de junio a gobernador en seis estado (Durango, Tamaulipas, Aguascalientes, Hidalgo, Quintana Roo y Oaxaca) en las que hasta ahora solo parece tener asegurado el triunfo en Quintana Roo.
El camino no es nada fácil para AMLO y con un ambiente doméstico insuperable a corto plazo, como son la pandemia, la inseguridad, la escases de ingresos, las presiones de los megaproyectos y con una oleada de migrantes que se desatará en las próximas semanas hacia los Estados Unidos, seguramente obligará a AMLO a repensar su estrategia para reorientar el rumbo.
Será muy difícil una radicalización verbal de la 4T, como ha sido el discurso hasta hoy contra todos y buscando profundizar la división, precisamente porque esa ruta es lo que lo ha llevado a la caída en la que está.
Profundizar su gobierno en el imaginario social significaría que su gobierno sea más eficaz y requerirá de ampliar sus programas sociales, elevar la calidad de sus gobiernos locales, organizar territorial y políticamente su base social y distensar el encono político y social que se ha generado. Quizá… quizá.