El 27 de febrero pasado se cumplieron dos años del primer caso de COVID en México, el 16 de marzo dos años de confinamiento y mañana 18 de marzo se cumplirán también dos años del primer fallecimiento por el COVID-19.
Ha sido tan grande la tragedia que aún cuando los registros de muertes son subregistros, es decir menores a los que en realidad murieron, son tantos que en el mundo rebasa ese subregistro los 6 millones de fallecimientos, en México dice salud que es de 320 mil hasta el día de hoy, y aquí en Sinaloa estamos a punto de reconocer los diez mil fallecimientos.
Esos son los subregistros, pero ya con los estudios estadísticos del crecimiento de defunciones en casi todos los países del mundo, se estima que a nivel global rebasamos los diez millones de muertes, en México 750 mil y en Sinaloa 16 mil muertes por COVID-19.
Ha sido una tragedia para todo el mundo que tuvo esas consecuencias en la salud, que evidenció las debilidades de los sistemas de salud en la mayor parte del mundo y mostró la irresponsabilidad de algunos gobiernos, como el mexicano.
Si cualquiera de nosotros, amigo lector, hace un recuento de su circunstancia familiar, del de amigos y el de compañeros de trabajo, veremos la huella de las heridas y el dolor que sufrimos todos, en unos casos más, en otros menos y excepcionalmente casos sin consecuencias fatales, pero al final el dolor, la angustia, la desesperación y el miedo, nos ha golpeado a tal nivel que no lo podremos olvidar jamás.
Tampoco olvidaremos nunca el heroísmo de quienes, a riesgo y costo de sus propias vidas, se han sacrificado hasta ese extremo, mostrando el rostro del valor humano de los trabajadores de los sistemas de salud, desde el más modesto trabajador hasta el más encumbrado de todos ellos.
Como tampoco no olvidar la conducta de nuestros gobiernos, que desde el gobierno federal hasta los estatales y municipales evidenciaron irresponsabilidades y negligencias al extremo de rebatir y hasta negar las recomendaciones de la ciencia para paliar los embates de la pandemia, buscar su control y reducir al máximo los contagios, hospitalizaciones y muertes.
Y tener presente siempre a aquellos que medraron y lucraron con este dolor humano, realizando grandes negocios con servicios y medicamentos.
Finalmente, cuestionar también la pasividad del gobierno, al no moverse con la suficiente energía y medidas para evitar la muerte de muchas empresas, negocios y empleos. La pandemia ha sido una escuela, ojalá y no se nos olvide lo que vivimos y lo que aprendimos.