Para el día 16 de julio se ha programado la reunión de diputados de Sinaloa con sus colegas de Chihuahua y Durango, allá en el “triángulo dorado”, rebautizado por el presidente López Obrador, como “la tierra de la gente buena”, pretendiendo sumar a cien legisladores y los gobernantes de los tres estados, donde se buscaría discutir un programa de atención social a la región.
La iniciativa surge después de la última visita del presidente López Obrador, cuando propuso cambiarle el nombre para, según creo yo, borrar el estigma del narcotráfico y la delincuencia, asunto que me parece mera ocurrencia, como muchos otros que ha dicho el presidente, y como si el país no estuviera llena de lugares con gente trabajadora, humilde y generosa.
Además, como si se ignorara que esa región, desde el fin de la primera guerra mundial, ya se había identificado como de clima ideal para la siembra de amapola, convirtiéndose ya en la segunda guerra mundial como la única actividad económica de sus habitantes que rebasaba la subsistencia, resultando hasta su prohibición en 1954 en la actividad económica preponderante, que después continuó con todo y que el ejército mexicano implementó las “campañas de combate y erradicación del cultivo y tráfico de estupefacientes”.
Con la aclaración de que no fue, y mucho menos ahora en nuestros días, el único lugar en la sierra que se dedicó a la actividad del cultivo de amapola y mariguana, eso se estableció en todos los municipios de la sierra sinaloense y el norte de Nayarit.
Por eso, enaltecer una ocurrencia del presidente, resulta al final rendirle culto a la exaltación del fenómeno del narcotráfico y a la figura de López Obrador, cuestión que debiera considerarse frente a la sociedad, más aún cuando se trata de nuestros gobernantes, en este caso de Feliciano Castro, líder del congreso del estado y aspirante destacado para la candidatura a senador de la república o presidente municipal de Culiacán.
En ningún caso los cultos a los individuos son sanos, y si existiera alguna razón especial se entendiera como impulsar un gran proyecto, pero no es así y si se trata de sumar puntos políticos hay muchas más y mejores formas de hacerlo.
Yo entiendo el significado de la figura presidencial, pero hace mucho que pasaron esos tiempos de rendirse al culto de la personalidad de los presidentes, y más en general de los políticos.
Para darle fuerza a una carrera política como la que ha desarrollado Feliciano Castro existe una agenda sobre problemas de Sinaloa muy amplia, como escoger algunos que sirvan de plataforma para proyectarse, si esas son las intenciones.
¿Qué van a discutir 100 diputados allá en Santa Gertrudis? ¿Qué declaración van a lanzar? ¿Tienen un proyecto en concreto que no sea convierta en mera declaración? La verdad no veo otra cosa más que esas ganas de quedar bien y de sensacionalismo, pero no la voluntad de hacer algo viable y de resultados. En fin.