El triángulo dorado

    Desde la última visita del presidente López Obrador a Sinaloa, cuando suspendió sin explicaciones su gira y se colocó retenes del crimen organizado para controlar la circulación a la sierra de Badiraguato y se le ocurrió que el nombre de «el triángulo dorado» era peyorativo, estigmatizante y que se debiera cambiar el nombre por el de «la gente buena», sin haber entonces ninguna explicación sobre la demora de la carretera Badiraguato – Parral y si habrían nuevas estrategias, aunque fueran el incremento masivo del programa «Sembrando Vidas», no, no hubo nada, de donde ha surgido la idea del líder de los diputados de Sinaloa, diputado Feliciano Castro, en convertir esa «brillante idea» en un programa social para esa región, en colaboración de los gobiernos de Sinaloa, Chihuahua y Durango.

    Para eso se planeó una primera reunión de cien diputados, las legislaturas en pleno de los tres estados, con los respectivos gobernadores presentes, para el 16 de julio pasado, en el poblado de Santa Gertrudis en Badiraguato, reunión que se frustró entonces y se pospuso para el día 23 en Culiacán, en la sede del Congreso del Sinaloa, con solo representaciones de los tres estados, de la que resultó un programa de reuniones empezando la primera el 8 de agosto, el 27 de agosto otra reunión en Durango y el 8 de octubre la última reunión con los gobernadores de los estados, y muy probablemente el presidente López Obrador, en la zona de «el triángulo dorado» para lanzar un manifiesto y programa de acciones gubernamentales para dignificar esa región.

    Si la idea por sí misma, que propuso el presidente López Obrador, de cambiarle el nombre de «el triángulo dorado a «triángulo de la bondad» ya tenía visos de ocurrencia más del presidente de la república, toda esta movilización política los legisladores de MORENA de Sinaloa, Durango y Chihuahua, pinta para convertirse en un acto de demagogia por lo menos, si no que puede convertirse en una situación riesgosa, como estuvo a punto de ocurrir si el pasado 16 de julio se hubieran congregado los cien diputados en «el triángulo dorado» y suscitando los hechos que acontecían el día 15, con la detención de Caro Quintero.

    La historia de la sierra sinaloense ya es muy conocida y no solo la del municipio de Badiraguato, cuando la Sierra Madre Occidental que surca Sinaloa desde Choix hasta Escuinapa, ha vivido la misma desgraciada situación desde que la minería decayó en Sinaloa, se acabaron «los beneficios», como se les llamaba a las pequeñas explotaciones mineras, y llegó a sustituirla como actividad económica preponderantemente la siembre de amapola y mariguana, que se proscribió hasta 1954, cuando terminó la guerra de Corea e inició el gobierno de la república su «campaña de erradicación del cultivo y tráfico de estupefacientes», convirtiéndose poco a poco el ahora ahora negocio ilegal en una floreciente empresa que se convirtió con el paso de los años en la máquina del crimen organizado más grande del país.

    La realidad es que «los altos», como le llamaba Don Alfonso G. Calderón, que sí organizó un plan en la sierra de once municipios del estado, no solo en Badiraguato por supuesto, los gobiernos posteriores a él, federales y estatales, ninguno abordó como aquel «plan de los altos» medidas para apoyar la sierra sinaloense, tanto que las carreteras transversales, como la Choix – Chihuahua y Badiraguato – Parral, han caminado a paso de tortuga y 50 años después de su inauguración aún no se terminan y ni las terminará López Obrador como prometió.

    Por eso, en lo que a mi respecta, comento con mucho respeto que la gente de la sierra ya no quiere más circo mediático, aunque se han acostumbrado a que en cada gobierno les hablen al oído y les digan que «la emancipación social ya llegó», representa una burla de esa larga historia y si todavía se la quieren disfrazar de un «acto de dignificación», quién sabe si rían o lloren.

    La sierra sinaloense está llena de abandono, olvido y mentiras, por eso es conveniente la prudencia y no buscar la magnificencia, como si la cosa fuera de que cambiando de nombre cambia todo, salvo que lo que se quiera es otro circo político y ni eso es recomendable. Por dignidad por lo menos. Hay muchas otras formas de construir una escalera política.

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