A nuestro gran amigo, Ing. Carlos Rodríguez, un fuerte abrazo y nuestra solidaridad por la lamentable pérdida de su señora madre. Descanse en paz.
Cuando menos debiéramos vivir en condiciones faltas de claridad para la sociedad, donde sus problemas se complicaran menos sin abrumarnos y el país fuera factible ir decantando un mejor desarrollo con mayores perspectivas de progreso, bienestar, estabilidad, seguridad pública, justicia y democracia, pareciera que todos nos hundimos y los más precarios, vivir como si todo se nublara, y la pregunta es ¿Por qué?
Desde hace tiempo, está meridianamente claro que el país tiene que transitar bajo el modelo de libre mercado, que el desarrollo en este contexto ha sido muy desigual, que los valores y necesidades primordiales de la sociedad se han soslayado, y que los gobiernos se han convertido en depredadores dentro de ese modelo, que en lugar de significar el fiel de la balanza que defina y construya los equilibrios, se convirtieron en el muro de sacrificios para la sociedad.
Por eso no lo pensó mucho la gente el 1° de julio del 2018, como en el 2000, el pueblo en masa decidió dar un manotazo en la mesa de los privilegiados y colocó una alternancia que prometía un cambio de fondo para el país, y que no ocurrió.
Lamentablemente, desde entonces que se entronizó la 4T y López Obrador en la presidencia del país, el capricho, la incompetencia y el dogmatismo político se entronizaron y fueron incapaces de definir el momento de la historia política al que habían sido convocados, donde el primer objetivo que se imponía para el desarrollo del país era la unidad nacional, la mayor conciliación posible entre todos los actores y la verdadera construcción de un gobierno plural y democrático.
No, se prefirió la confrontación, la división, la descalificación y la polarización prácticamente en todo, con el ingrediente de la ausencia de un proyecto nacional debidamente contextualizado y estratégicamente planeado, que definiera las fases del desarrollo nacional con objetivos muy claros, y no de manera caprichosa y en cierta medida pueril.
El voto ciudadano el 2018, abrumadoramente favorable para AMLO, fue sin duda una plataforma política formidable para construir todo ese proyecto nacional, definiendo los roles internacionales muy claros, la reorganización y fortalecimiento de las fuerzas sociales, los proyectos económicos estructurales, los programas sociales y la alianza del sector público con el sector privado.
Las líneas de una comunidad internacional nos las han trazado los europeos desde hace más de 30 años con la Unión Europea que han construido, tanto que no pararon en nada, como fue apoyar a los países más atrasados y pobres, como España y Portugal, con más de 30 mil millones de dólares (etiquetados por supuesto), para poder «subirlos al barco» como aliados económicos y políticos.
La organización de la sociedad, especialmente el mundo del trabajo industrial, agropecuario y comercial, no solo se soslayó y se consideró que los dirigían «una bola de corruptos» y se apropiaron de la relación pero mal, al dedicarse a dar apoyos para el consumo y no para el trabajo, y es más, no vieron el bastión que representaban para que fueran la base de la alianza del sector público con el gran capital.
Finalmente, lo peor que se les impuso ha sido una autocracia encarnada por el presidente, que colocó en el centro de todo su proyecto político de la 4T y no un modelo capaz de reconstruir el libre mercado en sus múltiples fallos y nuevas perspectivas, de tal forma que se impuso la idea de hegemonizar y no de transformar sin comprender que transformando se alcanza la dirección política del país.
Por eso, la hoguera política del 2018, que tanto iluminó a México, se ha ido apagando poco a poco, hasta ensombrecer nuestro horizonte y condenar al país en la misma tragedia nacional, que ojalá se recapacite y recomponga. Ojalá, de verdad.