Lo que pretende el gobierno de AMLO, de quitar la autonomía del INE, es aniquilar 50 años de lucha por la democracia, desde la reforma electoral de 1977, que por primera vez se permitió la participación legal de la izquierda mexicana, que fue preámbulo del quiebre del régimen priista de 1988, cuando Manuel Bartlett encabezó aquel fraude de Estado contra Cuauhtémoc Cárdenas y el Frente Democrático Nacional, que más tarde, durante los años 1990 y 1996 se logró crear el Instituto Federal Electoral (IFE), con plena autonomía del gobierno y luego en 2008 y 2014 se construyó la ley electoral para homologar todas las elecciones en el país.
Este propósito no debe pasar por alto por los morenistas, porque se trata ni más ni menos que aniquilar la autonomía del INE y volver a convertir al árbitro electoral en un empleado del presidente, y que este decida las elecciones en nuestro país.
Eso es simple, avasallar esas cinco décadas de construcción del andamiaje electoral del país, hoy autónomo y ciudadanizado.
La inmensa mayoría de los morenistas ha sido partícipe en la construcción de ese INE autónomo y ciudadanizado, y a todos ellos les ha costado su esfuerzo para lograrlo, que su líder político ahora, el presidente López Obrador, pretende dinamitar y regresar al régimen de partido de Estado, como lo fue el del PRI durante 70 años del siglo pasado.
Por eso es inadmisible que acepten “a pies juntillas” lo que diga el presidente López Obrador, porque va contra los avances democráticos y que puede ser catastrófico para el país.
Conozco muchísimos integrantes de MORENA y sé perfectamente que no comparten la visión ni la acción del presidente AMLO, por lo que es grave, no solo que callen, sino que se queden también sin reacción alguna, o mejor dicho que aplaudan semejante retroceso político.
Yo entiendo la enajenación que a veces vivimos los seres humanos por una relación filial y amorosa, que se pueden considerar normales durante cierto tiempo, pero que en política eso ocurra es un fenómeno de efectos muy dañinos.
Es una actitud muy lamentable porque no se trata de una disputa política, sino de un atentado al sistema electoral democrático que nos hemos dado.
Además, está el ingrediente de que todas las reformas electorales han sido ampliamente deliberadas y consensadas por todas las fuerzas políticas, mientras que esta iniciativa de AMLO es un golpe al diálogo y la negociación.
Ojalá y recapaciten hombres y mujeres de larga tradición democrática, para que no le entreguen su alma al diablo.