El control del gobernador

    Foto destacada López Duarte

    Desde que fue nominado como candidato a gobernador, y después durante su campaña, la cual fue muy atropellada y llena de sobresaltos y que le permitió ganar una elección con muchas dudas, demostró que es un político muy sagaz y decidido tanto que acomodó el tablero político a su favor desde que llegó y aún ahora, después de casi tres años pretende mantenerlo y lo que es peor, definir a su sucesor.

    Lo primero que hizo fue sobre lo que mejor sabe: la administración y las finanzas, en febrero del 2017 reformó la ley de obras públicas para concentrar la obra de toda la administración estatal como la municipal y paraestatales y desde enero, obligó la renuncia del auditor del estado Antonio Vega Gaxiola, para disponer en el órgano de fiscalización a un súbdito incondicional. Para cerrar con “broche de oro”, empujó la reforma para reducir el número de diputados y regidores en el Congreso del Estado y los cabildos.

    Así de simple: el poder del gasto y el control de la supervisión del mismo y el golpe populista con el cálculo de fortalecer al PRI. Estas medidas le permitieron de inmediato asumir el control de lo que dejaba el gobierno anterior, concentraba todas las cajas del dinero del gobierno para aplicarlo según su conveniencia y le daba a su partido, el PRI la posibilidad de reforzar su mayoría, reduciendo a las minorías. Resulto un gobernante con habilidad política y conocedor de los engranajes que la mueven.

    Más tarde, frente a la coyuntura de la sucesión presidencial, el gobernador y su grupo tejieron la mejor alianza posible con AMLO, logrando otro acierto que le permitió el nivel de gobernanza con el que ahora cuenta y digámoslo claro, también gracias a la parálisis política de los partidos que se han quedado impávidos y sin iniciativas ante el empuje de un Ejecutivo estatal que no se detiene.

    Después del resultado electoral el gobernador no se detuvo y siguió de frente como lo demostró en los meses de julio a septiembre del 2018, los meses finales de la 61 legislatura con mayoría del PRI, donde arremetió con cuatro reformas que le permitieron mayor fuerza. Sin el menor rubor ya que después del 1° de julio y  MORENA habría arrollado a todos los partidos, lo que le representaría ser la nueva mayoría en el congreso de Sinaloa a partir del 1° de octubre.

    Hoy, después de casi un año de cogobierno o gobierno diversos entre MORENA y el PRI, como lo quiera ver usted, donde el gobernador ha sobresalido, desplazando a todos del imaginario político y convertirlo en la figura más reluciente al grado que hoy figura, según mediciones nacionales, como el gobernador mejor calificado del país con un estándar de calificación por encima del propio presidente del país.

    El gobernador de Sinaloa hoy ha llegado a otra coyuntura, quizá la más importante de su ejercicio de gobierno, que puede ser el parte aguas del mismo, su consolidación o su fractura: la construcción de su cierre de ciclo.

    A diferencia de todos, Quirino Ordaz ya inició hace meses su ruta hacia el 2021 y se ha definido parcialmente con una poderosa carga hacia el PRI que le puede resultar funesta.

    Para el 2021, el PRI es muy probable no logre su recomposición y esta se prolongue hasta el 2024. Es cierto que el 2021 se resolverán 14 gubernaturas, casi la mitad del país, gubernaturas en la que los poderes locales serán definitorios junto con la presidencia de AMLO. Que aún llegará con fuerza suficiente para ser determinante.

    Por lo que continuar golpeando, dividiendo y arrinconando a MORENA y su proyecto en Sinaloa no es sano, ya que puede desencadenar una confrontación que arrastre a todos y se pierda oportunidades para reencauzar la gobernanza de Sinaloa la cual hoy por hoy camina por un filo.

    El gobernador de Sinaloa en general casi siempre será así, poderoso y determinante  pero ahora, más que nunca  frente a la coyuntura del 2021, tiene el “as de oros” y la mano para cambiar el rumbo del estado. Si quiere.

    Comentarios