El mundo y lo que nos pasa

    Foto destacada López Duarte

    Desde la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, que desencadenó la caída y desintegración del bloque socialista, representando un triunfo histórico y cultural para el capitalismo encabezado entonces por el país más poderoso del planeta, los Estados Unidos, produjo una crisis económica casi mundial, desató guerras como la de los Balcanes en la antigua Yugoslavia, entre Serbia, Bosnia, Montenegro, Herzegovina, Macedonia y Eslovenia, mientras que en la vieja URSS se enfrentaban chechenos, ucranianos y armenios entre otros, el mundo en su conjunto sufrió la política económica neoliberal de ponderar el mercado por encima del Estado y reducir este a su mínima expresión económica, abatiendo el mundo del trabajo a una participación menor en la distribución de la riqueza. Se convirtió en una fábrica más grande de pobres.

    Se abrió una época que hoy a casi 30 años de aquel día, que siempre nos recuerda el grupo de rock “Scorpion” con su canción “Wings of change” (Vientos de cambio), vemos el nuevo mundo que ha provocado y que de nuevo avanza a otra crisis como aquella, precisamente porque cayeron muchos contrapesos contra el salvajismo del capitalismo, que al ser liberados se convirtió en un sistema rapaz, depredador e injusto, que avanza aceleradamente al auto aniquilamiento, aunque nos lleve a todos en el viaje, está provocando múltiples y reiterados conflictos al parecer sin salida por el agotamiento de los sistemas políticos que prohijó en casi todos los países del mundo.

    Comento lo anterior porque cuando uno abre cualquier medio informativo y ve lo que ocurre en diversos lugares del mundo, le da vuelta la página hacia atrás y se ven los cambios y recambios que la gente produce en sus elecciones, como si todo fuera igual y nada va a cambiar pase lo que pase, como una especie de destino, que día a día acumula más y más frustración, como riqueza acumulan los poderosos y pobreza los marginados.

    Pareciera que no nos damos cuenta de hacia dónde vamos y que todo puede terminar para todos. Es cierto que todo es efímero en la vida, porque todo debe cambiar, como dijo el sabio que el cambio era lo único constante, sí, así es, pero eso no es sinónimo que el destino sea manifiesto y de antemano pensemos que no se puede cambiar.

    Hace casi 150 años, Federico Engels vaticinó en su libro “La Dialéctica de la Naturaleza” que el desarrollo científico y tecnológico que había mostrado la primera Revolución Industrial y con el ritmo de explotación que observaba este sabio entonces, no terminaría el siglo XXI la humanidad poblando la tierra y todo apunta hacia allá.
    ¿Será posible que la deshumanización del capitalismo sea tan ciega e incapaz de ver que al final todo se irá al infierno y que nadie tendrá salvación?

    Parece muy absurdo que eso ocurra, pero está pasando y tal parece que no hay poder que detenga esa tendencia, como no sea una catarsis colectiva a nivel mundial que ponga a “parir cuates” a las instituciones mundiales, incluso paros mundiales como ocurrió recientemente en Ecuador y Chile, que solo con huelgas nacionales que promovieron los movimientos fueron capaces de detener al gobierno.

    Promover un capitalismo más humano, aunque algunos ideólogos digan que es burdo sentimentalismo, resulta como el voto que cuando la gente se decide cualquiera pierde y si humanizar al capitalismo significa hacer más redistributivo la riqueza y menos polarizante entre pobres y ricos, acaso no sería darle un vuelco a los sistemas y la sociedad.

    Decía alguien que no necesitamos mucho para ser felices, con tan solo algo que nos dé esperanza… como los enamorados.

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