Después de los años sesenta del siglo pasado, cuando el nacionalismo revolucionario y la sustitución de importaciones eran los paradigmas ideológicos y económicos del estado mexicano, a principios de los años setenta entró en crisis y para el sexenio de Miguel de la Madrid (1983 – 1988) ya se debatía cual sería el referente de la internacionalización y privatización que sustituían los dogmas del México postrevolucionarios, consolidándose al final del siglo y alcanzando su apogeo en las primeras décadas del siglo XXI, en un contexto aceleradísimo de globalización de la humanidad.
Globalización que, hoy por hoy, marca la tendencia y define los ritmos e indica los rumbos de cada nación, como ahora ocurre con México, inmerso en la disputa por quién hegemoniza esa globalización, hacia qué derroteros socioeconómicos y qué tipo de estado nacional.
A México, por sus condiciones geográficas y la relación económica que ha construido en los últimos 30 años con los Estados Unidos y Canadá, su tendencia está trazada de manera natural, lo que debe ser, para cualquier político que encabece el gobierno de México, una condición indiscutible y que su definición de su carácter ideológico, político y cultural es una tarea de todos los mexicanos, donde se incluye su política de alianzas internacionales de carácter estratégico y su ruta a seguir.
Si la alianza con Canadá y Estados Unidos es natural y obligada, México debe trabajar en su propio contexto, una estrategia que tenga como núcleo, como se fortalece para adquirir mayor peso específico en esa alianza “natural y obligada” con Estados Unidos y Canadá, que es donde el presidente López Obrador debiera ubicar su política interna y sus alianzas con Latinoamérica, empezando por hacer valer en el subcontinente, que México es el aliado fundamental de todos ellos para construir para todos una relación lo más beneficiosa para cada quien.
Por eso, México no debe pretender convencer a los estadounidenses y canadienses de lo que necesita como país, sino convencer a los países latinoamericanos que todos ellos ocupan a México para ser parte de esa gran locomotora económica que se ha constituido en el T-MEC.
¿Qué le vamos a decir a Biden, el presidente de Estados Unidos? ¿Que nos ayude a fortalecernos para competir con ellos? ¡Pues claro que no! México tiene que hablar con ellos y hacer compromisos para esa estrategia de México de competir con Canadá y Estados Unidos, donde se pacten alianzas de largo plazo que debieran inscribirse en un pacto latinoamericanista como prolongación del T-MEC y teniendo a México como el referente para liderar un proyecto continental.
Tiene Razón AMLO, la OEA y varios organismos latinoamericanos que se crearon bajo la óptica de la vieja visión nacionalista del siglo pasado deben ser superadas, pero no como dice el propio López Obrador, sino como lo indica la construcción de un bloque económico de toda América Latina, íntimamente ligada al T-MEC.
De otra manera, la vida del país continuará, coyuntura tras coyuntura, midiendo fuerzas y moviendo circunstancias para ver qué ventajas se obtienen momentáneamente, donde siempre el destino final será la derrota.
Pensar en ganar alguna vez a los norteamericanos y canadienses de esa manera será imposible. Solamente existe creciendo y siendo más fuertes, y eso solo es posible con un poderoso país democrático y con alianzas de beneficios mutuos con toda Latinoamérica.
Los invito a compartir la mesa de análisis político que dirige el Dr. Héctor Muñoz los lunes, miércoles y viernes a las 6:30 de la tarde, con la participación de los analistas Fernando Camacho, Leonel Solís, Oswaldo Villaseñor y un servidor. Los esperamos en Facebook dr hector muñoz
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