La segunda guerra mundial fue el conflicto bélico más devastador de la historia de la humanidad. En torno a cincuenta millones de personas, soldados y civiles, murieron en poco menos de seis años. En Europa y Asia, las ciudades quedaron reducidas a escombros y millones de personas tuvieron que enfrentarse al hambre, la miseria y, en muchos casos, a la deportación.
Los erróneos tratados de paz de 1919, la crisis económica que asoló al mundo capitalista en los años treinta, el intento de tres potencias, Alemania, Italia y Japón, de alcanzar la hegemonía mundial, el triunfo de ideologías fascistas, autoritarias y racistas.
Estos y otros elementos explican las causas de la catástrofe. En ese entorno mundial nació Francisco Labastida Ochoa, un 14 de agosto de 1942, en la ciudad de Los Mochis, Sinaloa. Era presidente de la república, Manuel Ávila Camacho y en Sinaloa, gobernaba el estado, Rodolfo T. Loaiza. Sus padres fueron, Eduardo Labastida Kofhal y Gloria Ochoa Sánchez.
Por el lado paterno, desciende una familia de liberales que lucharon en la Reforma, al lado de Benito Juárez. Su bisabuelo Francisco Labastida, tuvo participación activa en esa etapa crucial de la historia de México. Por eso, Labastida Ochoa, en su despacho mostraba con orgullo, la bandera del batallón de su bisabuelo. El nombre de Francisco Labastida Izquierdo está grabado en letras de oro en el Teatro de la República, en la ciudad de Querétaro, sede del Congreso Constituyente de 1917, que le dio a México una nueva constitución.
Luego fue senador de la república y posteriormente gobernó al estado de Jalisco. La niñez de Francisco Labastida Ochoa, la pasó en Los Mochis y ahí hizo sus estudios de primaria y secundaria. Luego se trasladó a la ciudad de México, donde hizo sus estudios de preparatoria en la Escuela Militar Latinoamericana y su carrera profesional de licenciatura en Economía, la hizo en la UNAM.
Para el año de 1962, el joven Labastida Ochoa ingresaba a la administración pública, con un modesto puesto de analista en la Secretaría de Hacienda. Luego ocupó el puesto de Jefe de Oficina de Auto Transporte en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes; Jefe del departamento de Bienestar Social en la Secretaría de la Presidencia; Subdirector de Inversiones en la Secretaría de la Presidencia; Director de Promoción Fiscal en la Secretaría de Hacienda. Para el año de 1979 ya era Subsecretario de Programación en la Secretaría de Programación y Presupuesto.
Yo estuve presente en una entrevista que Francisco Labastida Ochoa, le concedió al periodista Jorge Luis Télles, con motivo de una obra sobre los gobernadores en Sinaloa, promovida por Heriberto Galindo Quiñónez. En esa entrevista, Labastida narró que en el sexenio de José López Portillo, el Secretario de Programación y Presupuesto, Miguel de la Madrid, lo había instruido para exponer ante el Presidente, “ para desarrollar la exposición integral del Plan Global de Desarrollo para el sexenio en progreso ante el propio López Portillo, encuentro en el que solo había dos personas más: Ramón Aguirre Velázquez, Regente de la Ciudad de México y Carlos Salinas de Gortari, subalterno de Labastida en ese entonces.
El evento era privado en la residencia oficial de Los Pinos. Avanzada la reunión y cuando más emocionado estaba Labastida Ochoa, lo interrumpió de súbito el Presidente José López Portillo. “A ver, a ver, lo increpó ¿Qué es lo que quiere usted? ¿Qué quiere ser, pues? Disculpe, señor Presidente, le contestó un turbado Labastida Ochoa. Ya, ya le entendí. Lo que usted quiere es ser gobernador de Sinaloa, señaló el mandatario de la nación. Por favor señor Presidente, no me haga bromas de ese tipo. No es broma. Contésteme: ¿Quiere o no ser gobernador de su estado? Insistió López Portillo, al tiempo que elevaba moderadamente el tono de su voz. Bueno si quiero, respondió Labastida, mientras la sala se llenaba de un silencio sepulcral.
Pero le digo algo señor presidente. Todavía no estoy preparado. ¿Cómo que no está preparado? Si yo lo veo muy bien, le ponderó el presidente. Luego, el Regente Aguirre Velásquez, quien al parecer era el más ocurrente del primer círculo presidencial, exclamó: Si, señor presidente: ya mándelo para Sinaloa. ¡Ya no lo aguantamos aquí en la capital! López Portillo rió y segundos más tarde, la carcajada era general. Y hasta ahí llegó el asunto”.
En la entrevista, Jorge Luis Télles le preguntó a Francisco Labastida Ochoa. “Licenciado, ¿crecen sus deseos de ser gobernador una vez que Miguel de la Madrid, su gran amigo arribó a la presidencia de la república, el 1 de diciembre de 1982?” La respuesta fue tajante. “fíjese que no. El deseo, por supuesto era el mismo, pero no tenía por qué presionar al nuevo presidente. Antes bien: sentía tanta responsabilidad en mi cargo como Secretario de Energía, Minas e Industria Paraestatal, que dejé de pensar en ese proyecto para dedicarme por completo a mi trabajo. Y es que México vivía momentos sumamente difíciles en ese entonces. Una distracción de nuestra parte hubiese traído consecuencias fatales. Así de fácil”.
Luego Labastida, habla del entorno en que se dio la decisión para venirse a Sinaloa como candidato del PRI al Gobierno del Estado. “Alguna vez el precio del petróleo mexicano se desplomó a 5 dólares por barril y el riesgo de caer de nuevo en esa situación era sumamente alto. Una crisis sistémica parecía inminente y, bueno, yo tenía que evitarlo a toda costa. Era mi trabajo, precisamente. Comencé entonces un recorrido por los países productores del crudo en búsqueda de estabilización de los precios de los hidrocarburos, lo que constituía la única manera de impedir una crisis histórica en nuestro país”.
Luego vino la pregunta directa de Jorge Luis Télles. “¿Entonces la decisión del presidente Miguel de la Madrid de enviarlo a Sinaloa en la primavera de 1986 le toma por sorpresa, licenciado? La respuesta de Labastida fue “le comento, Jorge: a mi en lo personal, Don Miguel en ningún momento me instruyó o me preguntó si quería venirme de gobernador. Nunca. ¡Nunca! Fue Manuel Barlett, el Secretario de Gobernación, quien me dijo en algún lugar por ahí: Paco, tienes ante ti un raro privilegio: escoger entre tu tarea de defender el precio del petróleo mexicano o irte a tu tierra como gobernador: Tu decides. Luego me llamó Adolfo Lugo Verduzco, el presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, para comunicarme el acuerdo del partido. Al buen entendedor pocas palabras. Me vine a Sinaloa entonces”.
El anuncio del destape fue hecho el 17 de abril de 1986 y para el 25 de abril, Francisco Labastida Ochoa era recibido por los priistas de Sinaloa, en un acto celebrado frente a la explanada del CDE del PRI. Atrás quedaron las aspiraciones de Salvador Robles Quintero que buscaba afanosamente la gubernatura. También quedaron sepultadas las aspiraciones de los senadores Ernesto Millán Escalante y Juan S. Millán. El primero había hecho una precampaña por todo el estado, buscando apoyos y haciendo compromisos políticos, pero todo fue en vano, ante la decisión presidencial de Miguel de la Madrid de enviar a Sinaloa a Francisco Labastida Ochoa.
Se puede decir que con ese movimiento, se puso en marcha la sucesión presidencial, que favoreció a Carlos Salinas de Gortari. El monero Calderón, en el periódico El Norte, que se edita en la ciudad de Monterrey, plasmó esa etapa en la que Francisco Labastida Ochoa, es informado de la necesidad de suspender su viaje a Ginebra, donde se reuniría con los representantes de la OPEP y de que se presentara en la Secretaría de Gobernación, donde le fue comunicado la decisión del presidente. En el cargo, lo sucedió el mexiquense Alfredo del Mazo González.
Era presidente del partido en Sinaloa, Mariano Carlón López, quien tenía una idea no muy amplia de la participación política de los grupos y asociaciones. En esas fechas, el empresario publicista Sergio Orozco Aceves y los abogados Francisco Eduardo Urrea Salazar y Roberto Soltero Acuña, habían promovido la constitución de la Asociación Política “José María Morelos”, la cual fue aceptada por el Comité Ejecutivo Nacional de la CNOP, a través de Mariano Piña Olaya. Con el documento en la mano, nos presentamos en la sede del partido y el Oficial Mayor, Fernando García Félix, se negó a recibir el documento que nos autorizaba a participar en las tareas políticas.
Distinta fue la actitud del candidato Francisco Labastida Ochoa, quien simpatizó con la asociación y le permitió cauce de participación en su campaña. Por ello, se aceptó que Roberto Soltero Acuña, fuera el Comisionado del PRI ante la Comisión Estatal Electoral, que presidía el Secretario General de Gobierno, Eleuterio Ríos Espinoza. Venían acompañando al candidato, los sinaloenses Diego Valadés Ríos, Alberto Saracho Valle, y José Ángel Pescador Osuna, quien sería nombrado como Coordinador de la campaña. Los no sinaloenses que acompañaron a Labastida fueron, Esteban Moctezuma Barragán, Marcos Bucio Mujica, el Tte. Coronel Gilberto R . Limón y Manuel Gómora Luna.
También venía de avanzada, el angosturense Benjamín Cázarez Inzunza, quien tenía a su cargo las tareas de información política. Fue él quien me solicitó preparar los proyectos de itinerarios para la campaña en todos los municipios. En las elecciones de ese año, participaron varios candidatos: Francisco Labastida Ochoa postulado por el PRI; Manuel J. Clouthier, respaldado por el PAN; Rafael López Lara por el PARM; Rubén Rocha Moya por el Movimiento Popular Sinaloense; Rigoberto Arriaga Ruiz por el PPS y el dirigente obrero Frumencio Mora Leal, por el PST.
Fue un proceso eleccionario muy complicado, derivado de la actitud belicosa mostrada por el abanderado del PAN, Manuel J. Clouthier, quien organizaba marchas hasta la casa donde vivía Labastida, que le había sido facilitada por Ernesto Millán Escalante, quien iba como candidato del PRI, a la presidencia municipal de Culiacán. A iniciativa de Francisco Labastida Ochoa, se propuso por mi conducto el uso en las elecciones de las urnas traslúcidas, lo cual fue un gran avance para otorgar confianza al electorado de que sus votos podrían observarse en el interior de las urnas. La propuesta fue aprobada en el seno de la Comisión Estatal Electoral. Clouthier que había impugnado la elección, fue dos años más tarde, el candidato presidencial del PAN.
El había impugnado la candidatura de Labastida Ochoa, por supuestamente no cumplir con el requisito de arraigo y trató de documentar parte de lo que el creyó había sido un fraude electoral. Labastida salió triunfador en la elección y posteriormente en la Cámara de Diputados, Maquío Clouthier, no tuvo el respaldo de la bancada panista, pues lo dejaron solo. El debate se dio entre el panista Juan de Dios Castro y el priista Diego Valadés Ríos, quien defendió el caso de Labastida.
Es importante recordar que el primer acto de gobierno de Francisco Labastida Ochoa, fue la publicación de un decreto en el periódico oficial, “El Estado de Sinaloa”, en el que declaraba la invalidez de las credenciales de los agentes de la Policía Judicial del Estado y otorgaba un plazo de tres días, para que las entregaran junto con su armas de cargo. Ese decreto que tuvo resonancia nacional, me tocó elaborarlo, obtener la firma del Gobernador y publicarlo en el periódico oficial.
Acompañaron a Labastida en la responsabilidad de gobernar a Sinaloa, Diego Valadés Ríos, como Secretario General de Gobierno, auxiliado por el Subsecretario A de Gobierno, Roberto Soltero Acuña y el Subsecretario B de Gobierno, Roberto Zavala Echavarría; como Secretario de Hacienda Pública y Tesorería, Alberto Saracho Valle, como Secretario de Educación Pública y Cultura, José Carlos Loaiza Aguirre; como Secretario de Promoción Económica, Sergio Orozco Aceves, auxiliado por los Subsecretarios José Antonio Mendoza, José Carlos Rodarte y Roberto Balderrama Gómez; como Secretario de Desarrollo Urbano e Infraestructura, Jorge A. Covarrubias Lugo y Antonio Toca Fernández; como Secretario de Administración, Esteban Moctezuma Barragán, quien tenía como subsecretario a Aarón Irízar López y en la Procuraduría General de Justicia, Manuel Lazcano y Ochoa.
En la Coordinación Estatal de seguridad Pública, fue designado Fernando García Félix y como Jefe de la Policía Judicial del Estado, Arturo Moreno Espinoza; en la Coordinación General de Planeación, Gustavo Guerrero Ramos; en la Coordinación General de Salud, J. Mariano Carlón López y en la Coordinación General de Comunicación Social, Ignacio Lara Herrera.
En el Congreso del Estado despacharon como diputados integrantes de la LII Legislatura: Roberto Pérez Jacobo, quien era Presidente de la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales; el Prof. José Mandívil Navarro; Rubén Vega Quintero; Pascual Herrera Robles Carlos Ramón Ramírez Cázarez; Rosa Godoy Coronel; Roberto Urías carrillo; Víctor M. Barrantes Maldonado; Enrique Ferrer Gómez, Humberto Gómez Campaña, Guillermo Rubio Bañuelos; Juan Carlos Ibarra González; Salvador Barraza Sámano; Ramón Rendón Ávila; Raúl René Rosas Echavarría; Gilberto Juárez Carvajal; Eduardo Vizcarra Sánchez; Mario Pechir Rubio; Alonso Loc Arriarán; Álvaro Vega Gaxiola, Cruz Cota Moreno; Carlos Manuel Romero Manjares, Manuel Rodríguez Sáinz; Rodrigo López Zavala; Isaías Leal Escobosa; Jorge del Rincón Bernal; Ramón Villegas Félix y Esteban Zamora Camacho.
Integraron la LIII Legislatura del Congreso del Estado, de 1989 a 1992, los diputados Ángel Chaídez Maldonado, Ignacio Fajardo Arroyo, Juan Manuel Figueroa Fuentes, Graciano Gámez Soto, Margarita García Beltrán, Nicolás García Castillo, José García Mendoza, Roberto Gastélum Orejel, Jesús E. Hernández Chávez, Alejandro Higuera Osuna, Jesús E. Limón Romero, Luis Roberto Loaiza Garzón, Pedro López Camacho, José María López Leyva, Berthila López López, Jorge Abel López Sánchez, José Luis Malverde Soto, Juan de Dios Meyer Félix, José Ricardo Mora Romero, Saúl Osuna Vizcarra, Félix Pérez Villegas, Carlos Leonel Pinto Ávila, Ángel Polanco Berúmen, Honmobono Rosas Rodríguez, María Amada Sánchez Solís, Francisco Solano Urías, Juan A. Urías Ramírez, Benjamín Valenzuela Segura y Roberto Zavala Echavarría, quien fungió como el Presidente de la Gran Comisión.
Para el 13 de febrero de 1988, con motivo de la visita de Ronald Reagan a Mazatlán, después de la despedida que le ofreció el Presidente Miguel de la Madrid y el Gobernador Francisco Labastida, hubo una reunión en la que el Secretario General de Gobierno Diego Valadés Ríos, le pidió al Presidente De la Madrid, que lo llevase a una Embajada cerca de México. El presidente dijo que si y le informó a Labastida; Paco: te voy a quitar a Diego. Lo voy a mandar de embajador a Guatemala. El ciclo de Valadés en Sinaloa se había cumplido y ahora se disponía para ser embajador.
Ante ello, el Gobernador Labastida llamó al acuerdo al Secretario de Promoción económica, Sergio Orozco Aceves y le dijo que tenía pensado nombrarlo como Secretario General de Gobierno. El funcionario se mostró sorprendido por la propuesta, pero muy respetuosamente le rechazó la invitación, argumentando que el trabajo en la Secretaría iba en marcha y que había planes para desarrollar otras tareas.
Ante ello, el gobernador invitó a colaborar a Juan Burgos Pinto y el sustituyó al jurista Diego Valadés Ríos. Todo eso sucedió antes de la elección constitucional de julio del 88 y yo me separé de las tareas de gobierno en la Coordinación de Asuntos Legislativos y acepté una invitación que me hizo el senador Juan S. Millán, para acompañarlo en las tareas políticas que el CEN del PRI, le asignó en el estado de Tamaulipas.
Labastida apenas tenía un año en el cargo, y se habían cumplido nueve meses desde que puso en marcha la Coordinación Estatal de Seguridad Pública, cuando varios organismos denunciaron en un desplegado: “Los sectores productivos son los que con mayor crudeza han resentido los golpes de la violencia, estando a la orden del día asaltos bancarios, atracos domiciliarios, asaltos a autobuses en tránsito, robo de vehículos y de comercios, secuestros, asesinatos y, particularmente, el robo de las rayas de trabajadores agrícolas”
Luego, el 8 de abril de 1989, en un acto de prepotencia, mientras el gobernador se encontraba pescando en el Golfo de California, frente a las costas de Sinaloa, el Ejército, detuvo al jefe de la Policía Judicial del estado, Arturo Moreno Espinoza, y al director de Seguridad Pública Municipal de Culiacán, Robespierre Lizárraga Coronel, por tener presuntos nexos con el cártel de Miguel Ángel Félix Gallardo. El operativo militar comandado por el general Jesús Gutiérrez Rebollo, incluyó el desarme y la detención de unos 200 policías. Las patrullas quedaron abandonadas a media calle.
Luz Aída Salomón, corresponsal de la revista proceso, reportó entonces que “los militares prácticamente sitiaron la capital del estado: Tomaron el edificio de la Policía Municipal, acordonaron el Instituto de Readaptación Social, establecieron estrecha vigilancia en el aeropuerto, la estación de ferrocarril, la central de autobuses y los caminos de acceso a la ciudad; además, instalaron retenes en las carreteras del estado, montaron una guardia en las oficinas de la PGR, catearon casas de presuntos narcotraficantes y patrullaron las calles citadinas”.
En ese operativo, se salvó de ser aprehendido por el Ejército, el Coordinador Estatal de Seguridad, Fernando García Félix, quien viajó a Estados Unidos. El gobernador Labastida justificó la intromisión del Ejército, pero líderes políticos y activistas de derechos humanos protestaron por la violación de la soberanía estatal y por los atropellos cometidos contra policías, e inclusive llegaron a pedir que la lucha contra el narcotráfico no se redujera a un golpe publicitario.
Con todo, Labastida Ochoa, declaró que no había fracasado el Plan Estatal de Justicia y Seguridad Pública, sino que hubo traición de los responsables del mismo y que “fallaron los sistemas de información” Por ello, creó la Contraloría General de Policía y la Coordinación de Información y Seguimiento, esta última a cargo de Benjamín Cázarez Inzunza.
El siguiente escándalo del gobernador Labastida Ochoa, fue de orden político, aunque también con ingredientes de violencia. En las elecciones de octubre de 1989, la oposición denunció una serie de irregularidades, entre ellas el “rasurado” del padrón y el extravío de paquetes electorales Los panistas reclamaron el triunfo en Mazatlán y Culiacán e iniciaron medidas de resistencia civil en ambas ciudades.
Mes y medio después, el 29 de noviembre, frente al Palacio Municipal de Culiacán, policías armados con palos y gases lacrimógenos arremetieron contra manifestantes panistas, quienes respondieron con piedras y con las astas de sus pancartas; en la zacapela hubo lesionados y se prendió fuego a la planta baja del edificio, donde además se encontró a un cadáver.
Poco después fue declarado el triunfo del candidato panista en Mazatlán, Humberto Rice García, y se ratificó la decisión a favor del PRI en Culiacán, con Lauro Díaz Castro como triunfador, en demérito del panista Rafael Morgan Ríos. Por ello, Juan S. Millán, dejó la dirigencia estatal del PRI y declaró que “mi renuncia es un rechazo a la negociación” Los priístas dijeron que en Mazatlán hubo “concertacesión”, negociada por Diego Fernández de Cevallos y Luis H. Álvarez en la Secretaría de Gobernación, para quitarle el triunfo legítimo a Raúl Cárdenas Duarte y dárselo al panista Humberto Rice García.
En la entrevista concedida al periodista Jorge Luis Télles Salazar, Francisco Labastida Ochoa, reitera que “ por supuesto que no concerté, ni con Diego ni con el PAN. Para comenzar con Fernández de Cevallos con quien mantengo una gran amistad, vino a verme, está en lo cierto, pero no para presionarme. El buscó un encuentro conmigo porque quería demostrarme con pruebas en la mano, que el candidato de su partido, Humberto Rice, había ganado la presidencia municipal de Mazatlán y no el nuestro, Raúl Cárdenas, quien ya se había proclamado como triunfador”.
“Vimos casilla por casilla, una a una, sin omitir una sola. La diferencia a favor del arquitecto Cárdenas era alrededor de mil votos, pero Diego me convenció de que no era así. Y lo hizo con pruebas irrefutables. De Culiacán, ni siquiera se habló. No fue entonces eso que se llamó concertacesión. Fernández de Cevallos me demostró que el ganador legítimo era su candidato, el del PAN, Humberto Rice y yo así lo reconocí; otra vez en congruencia con mis principios políticos y personales”.
“ No fue cosa fácil: Juan Millán, el presidente del PRI me quiso presionar para que entregara Culiacán y mantuviéramos Mazatlán. Al fin y al cabo, me decía Juan, aquí están los poderes y aquí estamos nosotros.¿Qué problemas puede haber entonces? Yo le contesté, dijo Labastida. Juan, pero si aquí ganamos. Aquí no tenemos ningún problema. Eso quedó claro con Fernández de Cevallos. ¿Por qué entregar Culiacán, entonces? Millán, sin embargo se aferró a la idea; se enojó mucho, muchísimo y le habló a Luis Donaldo Colosio para presentarle su renuncia a la presidencia del Comité Directivo Estatal del PRI”.
Luego vino la pregunta de Télles a Labastida. «Y a que atribuye usted la presión de Millán?. Pues muy fácil: porque el arquitecto Raúl Cárdenas era su amigo y Lauro Díaz Castro no lo era. Incluso ya lo veía como rival político para el futuro y su idea era eliminarlo desde entonces”.
En la madrugada del 8 de octubre de 1991, en el penal de Culiacán, se produjo una fuga masiva de 37 reos, encabezada por el narcotraficante Miguel Ángel Lugo Beltrán, alias el “ Ceja Guera”. Obviamente la fuga hizo crisis en la Secretaría General de Gobierno y el gobernador Francisco Labastida solicitó la renuncia de Juan Burgos Pinto. De hecho, las tareas en la Secretaría de Gobierno no se realizaban en forma constante, debido a la inasistencia por las tardes a su despacho y a veces era requerido por el gobernador y Juan Burgos no estaba en condiciones aceptables de asistir al acuerdo.
Entonces, nuevamente el gobernador pensó en su secretario de Promoción Económica para ofrecerle el cargo de Secretario General de Gobierno, pero Sergio Orozco, muy cortésmente volvió a declinar al cargo ofrecido. Luego vendría la propuesta para sustituir a Juan Burgos en la persona de Francisco Rodolfo Álvarez Fárber, quien se desempeñaba como Delegado de la PGR en Sinaloa. Así lo comentó Labastida con sus asesores y le hicieron ver que Álvarez Fárber tenía una personalidad muy explosiva y pronto entraría en choque hasta con el propio gobernador.
Así las cosas, lo convencieron de que no nombrara a Álvarez Fárber como Secretario General de Gobierno y en su lugar fue propuesto el veterano político Manuel Lazcano y Ochoa, quien se desempeñaba como Procurador General de Justicia, lo cual aceptó el gobernador y nombró a don Manuel para hacerse cargo de la Secretaría General de Gobierno, quien a su vez fue sustituido en la Procuraduría General de Justicia, por el Mazatleco Francisco Rodolfo Álvarez Fárber. Así resolvió el gobernador Labastida, la crisis surgida por la fuga del “Ceja Guera”.
En la administración de Labastida Ochoa, se hicieron “siete reformas a la Constitución Política del Estado, que abarcaron varios conceptos, entre los que destacan: La transformación del Poder Judicial, para convertirlo en un ente autónomo de impartición de justicia y se creó también el Tribunal Estatal de lo Contencioso Electoral”. “En cuanto a la nueva legislación promulgada se tiene a:
La Ley de Planeación del Estado;
Ley sobre el Sistema Estatal de Asistencia Social;
Ley de Equilibrio Ecológico y de Protección al Ambiente;
Ley para el Fomento del Turismo;
Ley que establece las Bases Normativas para la expedición de los Bandos de Policía y Buen Gobierno del Estado;
Ley sobre el Régimen de Propiedad y Condominios de Inmuebles;
Ley de Coordinación Fiscal;
Ley de Adquisiciones y Administración de Bienes Muebles;
Ley de Hacienda Municipal y
Reformas y adiciones a la Ley Electoral Estatal”.
Al decir de Gustavo Guerrero Ramos, que fue Coordinador de Planeación en el gobierno de Labastida Ochoa, dentro de la “estrategia económica se inscribieron el nuevo puerto de Topolobampo, las nuevas autopistas Los Mochis- Estación Don, Culiacán-Mazatlán, Culiacán –Piggy Back y Los Mochis Topolobampo, la marina del Sábalo, el Rastro TIFF, el impulso sin precedente a los proyectos acuícolas, el mejoramiento y ampliación de la infraestructura hidroagrícola, la modernización de los distritos de riego, la construcción de la Presa El Tamarindo y Vinoramas, así como el inicio de la presa Huites. El Proyecto Urbano Tres Ríos le dio una nueva y moderna fisonomía a la ciudad de Culiacán y la seguridad a sus habitantes del control de inundaciones”.
La creación del Colegio de Sinaloa, el centro de Ciencias, la Fundación Sinaloa para el desarrollo tecnológico e Investigación: la infraestructura de salud, educación, industrial y agrícola; la acuacultura y la ganadería y también se le dio un gran impulso a la vivienda. Labastida también construyó una nueva sede para el Poder legislativo, a orillas del Río Culiacán.
El gobierno de Labastida Ochoa puso énfasis en la promoción de la cultura. Esta fue “considerada como una inversión de alto contenido social y no de derroche”. Se dio gran impulso a la cultura, a la ciencia y a la tecnología y en esas importantes tareas, tuvo una gran participación su esposa, María Teresa Uriarte de Labastida. Ahí está como ejemplo el Festival Cultural de Sinaloa, que permitió la convivencia de expresiones culturales locales, con las nacionales e internacionales.
“Se estableció un Sistema estatal de Museos, integrado por el Museo de Arte de Sinaloa, el Museo regional del Valle del Fuerte, el Museo Arqueológico de Mazatlán, la restauración del Teatro Ángela Peralta y el rescate del Centro Histórico de Mazatlán”.
Al dejar el gobierno de Sinaloa, Francisco Labastida Ochoa, fue designado por el Presidente Ernesto Zedillo, como Embajador de México en Portugal. Al término de su encomienda, regresó al país y se incorporó nuevamente en la administración pública, como titular de Caminos y Puentes Federales, Secretario de Agricultura y Secretario de Gobernación, para ser finalmente el candidato del PRI en la elección federal por la Presidencia de la República, habiendo perdido la elección en el año 2000, frente al guanajuatense Vicente Fox Quezada.
Luego en el 2006, volvió a presentarse en las urnas y ganó la elección de Senador de la república, representando al estado de Sinaloa. Actualmente es Presidente del Centro de Estudios para el Desarrollo de México.