Cuando leo, escucho y hasta me llegan reclamos contra Héctor Melesio Cuén, siempre razono bajo dos premisas: Las razones o argumentos y las acciones. Porque, sin duda, conociendo la historia de la UAS y el devenir de la mayoría de sus personajes centrales, así como los vicios y deviaciones enquistados en su fuerza laboral por décadas, concluyo como en la iglesia: Por algo ocurren las cosas.
Y es que, tanto viven en el denuesto y descalificación del exrector y presidente del PAS, que hasta resulta sospechosa tanta inquina y rivalidad, incluso cuando la mayoría de esos inquisidores antes habían sido sublimes admiradores y hasta colaboradores de Cuén.
¿Qué es lo que ha pasado? Bueno, han sido muchas cosas, pero la primera fue cuando duró 12 años compitiendo por ser rector y, hasta la tercera, lo logró, construyendo en esa etapa su movimiento y liderazgo, y la segunda, cuando implementó la nueva ley orgánica de la UAS, que se había reformado en 1993 y que se archivó, habiendo sido aprobada por todos los grupos políticos surgidos del antiarmientismo en 1972 y que apoyaron fervientemente su aprobación en el congreso de Sinaloa, pero no les gustó a la hora de los hechos, precisamente, cuando llegó Cuén, se empezó a aplicar y no les agradó, porque empezó a socavar y deshacer estancos de poder de esos grupos, tanto en el gobierno, administración y sindicatos de la UAS.
Se empezaron a derrumbar cotos, cuotas y privilegios enquistados al amparo de un cogobierno que se había corrompido y quienes mandaban en la UAS la arriesgaban tanto que se preparaba ya el gobierno estatal para volver a controlarla y anular de facto su autonomía.
Luego, una demanda laboral histórica de los trabajadores, constituir fondos de ahorro para el retiro, que se aprobó desde 1979 en el rectorado de Eduardo Franco, nunca esos grupos políticos, ni en la administración ni en el sindicato, la implementaron, hasta que Héctor Cuén en el 2004 llega a rector de la UAS y promueve la idea del fondo para los trabajadores con aportación de la UAS y los trabajadores.
Pues, a los tres años, ya no quisieron aportar los sindicatos y decidieron que se repartiera “el fondo”, quedándose la universidad sin ese valioso instrumento financiero para los trabajadores universitarios.
Se dilapidó el fondo en gastos personales de cada trabajador, como se dilapidó el capital de los sindicatos durante poco más de 30 años, como fueron casi mil millones de pesos en cuotas sindicales que les descontaron a los trabajadores en ese lapso, de los que no quedó nada para ellos.
Paso a paso, Cuén creó un nuevo liderazgo en la UAS y, obviamente, una fuerza política organizada, como existe en cualquier lado que exista algún gobierno. Obviamente, a muchos usufructuarios, o no, del pasado en la UAS no les gustó, como tampoco les gusta la nueva hegemonía política que empezó a construir.
Pero cabe preguntarse ¿Cuándo han intentado algo al interior de la UAS quienes se quejan? No, no lo conozco, prefiriendo negociar sus jubilaciones y, a lo sumo, he visto cómo se alían algunos con fuerzas externas, primero, con Mario López Valdez, luego, con Quirino Ordaz y, ahora, le hacen la campaña al PRI por esas fobias, incapacidades, inconsecuencias e incongruencias ¿Cuándo se han preocupado por otras instituciones educativas?
Por eso, me acordé de la vieja película de mediados del siglo pasado “Los tres García”, que trata de tres primos que viven con su abuela y cada quien es cada cual, pero había uno que envidiaba al primo borrachón (Pedro Infante) porque era muy enamorado, y al otro porque era prestamista y tenía dinero (Víctor M. Mendoza), al que la abuela un día le pega unos sombrillazos porque nada lo contentaba, o satisfacía, y le espeta “Muchacho tonto, tienes el complejo del pobre”, y pensé, así están estos con Cuén.
Y utilizo esta metáfora, porque la verdad que, sabiendo toda esta historia política, pagana como es la política, algunos uaseños casi se visten para que los beatifiquen y disfrazar así sus intereses políticos.