Por si no se había advertido, la tragedia de Ciudad Juárez, donde murieron quemados 38 migrantes que esperaban cruzar la frontera a Estados Unidos, ha puesto al desnudo una crisis humanitaria que llevamos más de una década arrastrando con las olas migratorias tanto de nacionales como provenientes de Centro América, el Caribe y ahora Sudamérica, que ha cobrado cientos de víctimas como lo fueron los asesinatos masivos de migrantes en Tamaulipas, la tragedia de Chiapas donde murieron más de cincuenta centroamericanos, el tráiler del año pasado que llegó a Texas y murieron asfixiados más de 50 personas, como ahora el incendio del centro del Instituto Nacional de Migración que se incendió y murieron estas 38 personas.
Esta es una expresión de una crisis humanitaria que refleja la ineptitud de una ineficaz política migratoria por los gobiernos mexicanos, tanto para el manejo de los flujos migratorios internos, como ocurrió con la hija de los jornaleros agrícolas en Juan José Ríos, Sinaloa, y los cientos de miles de mexicanos (700 mil el 2022) que están migrando a Canadá y Estados Unidos, como para los extranjeros, que en este caso debiera existir una política de colaboración para crear una red de contención, asistencia social, tránsito seguro y destino legal.
Los países europeos, no hace mucho, 3 o 4 años, también vivieron estos flujos migratorios de los países de África del norte a través del mar Mediterráneo (100 kilómetros aproximadamente), travesía en que quizá hubo más tragedias que aquí en América, pero la Unión Europea supo discutir el tema entre todos los países, desarrollar acuerdos para regular y ordenar la migración desde los países de origen y definir sus destinos, tanto que crearon en las diversas ciudades centros de atención y residencia temporal, logrando con ello la seguridad de tránsito, la estancia y no complicar los lugares de destino, todo bajo criterios humanitarios y decorosos.
En México, no hemos sido capaces de crear una política regulatoria de la migración y más aún con el boom económico que vive Estados Unidos, de tal magnitud que se ha llegado al extremo de existir dos empleos por cada trabajador, un salario mínimo de 14 dólares la hora y un máximo de 30 dólares por hora, situación sumamente atractiva para los trabajadores mexicanos y latinoamericanos en general, porque ahí está el “sueño americano”.
Y menos lo hemos logrado con un gobierno que no entiende ni atiende sus obligaciones con el fenómeno de la migración, ni la circunstancia, ni la coyuntura económica de la región y peor aún, dedicado en buena medida “a la politiquería” de las campañas electorales, al extremo que los dos responsables de la migración, el de la política exterior y el de la política interior, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López, secretario de relaciones exteriores y el de gobernación respectivamente, andan en campaña electoral con las inherentes consecuencias de no atender como deben sus obligaciones como servidores públicos.
Y ayer, a media semana, muy oronda, Claudia Sheinbaum gobernando la capital del país desde la provincia de Culiacán. Así “se las mascan” los de la 4T.