La pizza es una opción práctica para los festejos y ocasiones en las cuales no tienes ganas de cocinar. Su variedad de ingredientes la vuelve ideal para todo tipo de gustos culinarios. No obstante, es posible que más de una vez te hayan sobrado algunas rebanadas y decidieras guardarlas para el día siguiente.
Mientras unos se toman el tiempo de recalentar la pizza, otros prefieren comerla fría, y aunque suena como un rico desayuno, esto trae consigo ciertos riesgos para tu salud, especialmente si no la almacenaste de la manera correcta.
De acuerdo con el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, tu pizza fría no es segura si estuvo toda la noche a temperatura ambiente, y que la comida perecedera no debe permanecer más de dos horas fuera de refrigeración, pues ello aumenta el riesgo de intoxicación alimentaria.
Asimismo, la seguridad de tu pizza depende del nivel de agua en sus toppings. Benjamin Chapman, especialista en seguridad alimentaria de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, asegura que el pan o el queso horneados son demasiado secos para promover el crecimiento de bacterias; sin embargo, otros ingredientes como los jitomates frescos sí estimulan el cultivo de estos patógenos.
A simple vista, identificar los toppings con la suficiente humedad para volverse dañinos es bastante difícil. Por ello, se sugiere que si dejaste la pizza a la intemperie, al otro día no la comas.
Por otra parte, si guardaste tu pizza unas dos horas después de tenerla en casa, y estuvo refrigerada a menos de 4 grados Celsius, todavía puedes disfrutarla. El Servicio de Seguridad e Inspección Alimentaria de los Estados Unidos indica que puedes consumirla en los próximos 3 o 4 días.
Para evitarte riesgos, la Universidad de Nebraska-Lincoln recomienda que calientes las sobras de comida a una temperatura de 74 grados Celsius antes de comerlas. De este modo, el calor eliminará cualquier rastro de microorganismos potencialmente perjudiciales en tus alimentos.
En el caso particular de la pizza, existen distintos métodos de recalentado para que conserve su consistencia original, asegura el blog de salud Healthline. Si buscas una corteza crujiente, precalienta tu horno a 190 grados Celsius. Forra una bandeja con papel aluminio y ponla dentro del horno para que se caliente. Coloca la pizza sobre la bandeja y hornea durante 10 minutos o hasta obtener los resultados deseados.
Si no tienes tanto tiempo o paciencia, pon las rebanadas que desees en un sartén a fuego medio. Después de dos minutos, agrega un poco de agua en el fondo del sartén sin que tenga contacto con la cara superior de la pizza. Tápala y calienta hasta que el queso se derrita. O bien, coloca una toalla de papel en el plato del microondas, luego, pon tu pizza fría y calienta a potencia media por un minuto. Con estos sencillos tips, tu comida será tanto segura como deliciosa.
(Con información de El Universal)