Culiacán, Sinaloa.- Seguramente usted se ha topado con él en algún semáforo, crucero o banqueta.
En las calles de la ciudad es mejor conocido como el “Chavo del 8 de Culiacán”. Detrás de esta vestimenta y maquillaje hay una historia de vida.
El es Luis Gerardo Leal, hombre de 43 años de edad, padre de familia con sueños.
¿Pero por qué “Chavo del 8”? Luis originario de la colonia Libertad, es parte de la generación que creció viendo la popular serie de la televisión mexicana, donde admite que le agarró amor al personaje.
Desde hace 12 años, la falta de oportunidades de un trabajo formal, lo llevó a hacer arte urbano. Lo ‘obligó’ a volcarse a las calles.
Cuatro pelotas, un gorro, un silbato y una vestimenta similar a la del personaje de la televisión, fue la combinación para buscar el sustento de su hogar.
Hace más de una década salió de su casa. Se vistió de payaso y fue en búsqueda de unas monedas, pero hace cuatro años se dio cuenta que debía distinguirse del resto de las personas que trabajan en los cruceros.
Entonces se vistió del Chavo del 8 y ahora se ha ganado el mote y el cariño del “Chavo del 8 de Culiacán”.
Parte de su herramienta lo conforma también una grabadora pequeña que trae fajada a la cintura a la que le inserta una memoria USB de 8 GB y en la que trae grabada la melodía con la que iniciaba la serie que miraba él, cuando tenía 10 años.
A don Luis siempre se le ha dado el baile y ahora le saca provecho. Por eso cuando decidió convertirse en El Chavo, rápido pudo imitar los pasos y brincos con los que divierte a los cientos de automovilistas que se lo topan en el crucero de Francisco Zarco y Jesús Andrade, el cual es uno de los puntos que ha tomado como preferidos.
Unos tirantes rojos amarrados sostienen su overol amarillo, acompañado por una vieja playera amarilla que compró en una tienda del Centro, simulan bien al personaje de la Vecindad.
En sus ganas de parecerse aún más, doña María, costurera y amiga de su madre, le ayudó a confeccionar el gorro estilo peruano que ahora usa.
El “Chavo del 8” creció en la colonia Libertad, desde donde se mueve en camión todos los días para buscar un crucero libre para bailar y malabarear con unas pelotas. Nosotros lo hallamos en la avenida Álvaro Obregón y Rafael Buelna, donde espera cada “luz roja” para ‘brincar’ a escena. Hacer reír a los automovilistas.
Lo importante de la imitación de estos personajes urbanos, no es siempre vestir con el mejor atuendo o de la mejor marca, sino la actitud, como nos dice Luis, cuando le preguntamos por su ropa.
«Aquí todos los días nos topamos con miles de ciudadanos. Sabemos que todos tenemos problemas, pero lo que más cuenta es la buena actitud que queremos transmitir para arrancarles una sonrisa».
‘Arrancarle’ una sonrisa como él dice, a una persona que va y regresa con problemas a su casa, es el mejor pago que puede recibir, aunado que pueda ir acompañado de alguna moneda con la que ayudará a su familia.
Luis se ha convertido en un experto. Tiene bien sincronizado cada semáforo de la ciudad. Ha trabajado en un sin fin de cruceros, porque la necesidad y las ganas de superarse lo han llevado a recorrer muchos puntos.
Su sueño.
Él no es estadística de ningún programa del gobierno. Luis mantiene a hijo y su esposa. Los pesos que los automovilistas le regalan al verlo bailar, sirven sólo para darles de comer. La necesidad es fuerte.
En su reflexión, mientras platica con este reportero, nos cuenta sus sueños.
En sus palabras incluye que una esperanza es poder encontrar un trabajo formal donde pueda tener seguridad social para él y su hijo. Donde tenga un ingreso digno.
Él está dispuesto a entrarle a casi cualquier cosa. Ah pero aclara: en la mañana me gustaría poder trabajar y en la tarde ¿por qué no darle a El Chavo del 8?
Quiere superarse. Darle a su hijo una mejor vida que la que él vivió, cuando sentado en unas jabas se iba con sus vecinos de niño a ver en una vieja TV al “Chavo del 8”. Donde reía, lloraba y disfrutaba ver con aquella inocencia a el Quico, la Chilindrina, Ñoño, la Popis y El Chavo.