Casi por costumbre, con excepción de Francisco Labastida Ochoa, todos los gobernadores han elaborado un plan estatal de desarrollo para su sexenio, y en todos ellos siempre han resultado un enlistado de un diagnóstico, objetivos, metas y programas, que se van al baúl del olvido y se imponen los criterios de los más avezados y cercanos al gobernador, pero no el plan de desarrollo estatal.
En la historia política de Sinaloa, solo Alfredo Valdez Montoya (1968-1974) y Francisco Labastida Ochoa (1987-1992), quienes han sido capaces de elaborar planes de gobierno realistas y eficaces.
Valdez Montoya elaboró un plan 70-80, resultando el que trazó los más importantes programas de infraestructura, desarrollo e integralidad de la sociedad sinaloenses.
En ese plano trazó la construcción de una carretera Los Mochis – Mazatlán de 4 carriles, que empezó en 1968 y solo alcanzó a llegar a Guasave. Diseñó el plan “3 Ríos” de Culiacán y la “Zona Dorada” de Mazatlán.
La continuidad de dichos esfuerzos lo llevó a cabo Francisco Labastida Ochoa, que construyó la Maxipista, modernizó el ferrocarril Chihuahua Pacífico, construyó la presa Huites y el proyecto Elota – Piaxtla, creó la acuicultura en Sinaloa y, lo más trascendente, es que trazó la internacionalización de Sinaloa, realizando esfuerzos por conectar al estado con la frontera de Estados Unidos y el sudeste asiático.
Alfredo Valdez y Francisco Labastida fueron grandes visionarios que pensaron primero en la transformación a impulsar, y luego en la política.
Los otros gobiernos lo han hecho al revés, primero la política y después el plan de gobierno. Y ese enfoque también lo desarrolla el gobierno de izquierda de Rubén Rocha que ha obviado esa vieja máxima de que en la lucha por el poder la política y en el gobierno el plan de transformaciones.
Por eso no es casual que Rubén Rocha haya utilizado el mismo enfoque de los cuatro sexenios anteriores, lo que refleja que no estudiaron la historia de la planeación gubernamental en Sinaloa y se dedicaron a elaborar un documento de casi 400 páginas que tienen esos problemas de origen.
No realizaron el diagnóstico de Sinaloa que les permitiera ubicar las debilidades, fortalezas, urgencias y proyectos y programas estratégicos para elevar el desarrollo del estado.
Y, en consecuencia, integraron un equipo político, pero no un equipo de gobierno. La composición del gobierno surgió fundamentalmente de acuerdos políticos, olvidando otra vez el ABC de las diferencias entre la política y el gobierno, tanto que llegaron sin saber qué hacer, y se impuso la improvisación perdiendo 6 meses preciosos que dedicaron a festejar.
El gobierno requería de una planeación estratégica para constituir un equipo “adoc”. No fue así, ni hubo la elaboración del plan visionarios y realista ni se creó el equipo para instrumentarlo.
¿Y que se podía esperar de una visión de planeación, la del COPLADESIN (por cierto que desde un inicio la izquierda criticó), que viene del gobierno de Renato Vega, cuyos esfuerzos no conectan con una visión nacional, ni un diagnóstico estatal y menos geopolítico y sin contar con la organización de equipos adecuados. El tiempo perdido hasta los santos lo lloran.