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La historia política de nuestro país, registra en los tiempos del régimen autoritario, junto con las administraciones panistas, la práctica recurrente del poder de Los Pinos, el de derribar gobernadores. Fue precisamente Luis Echeverría quién sacó del Palacio de Gobierno de Sonora, al joven Carlos Armando Biebrich, por un desalojo violento en San Ignacio, río muerto, que dejó varios campesinos masacrados.
También cayeron los gobernadores de Puebla, Rafael Moreno Valle; de Guerrero, Israel Nogueda Otero, de Hidalgo, Manuel Sánchez Vite, de Nuevo León, Eduardo Elizondo y Otoniel Miranda de Hidalgo. El presidente José López Portillo, también tumbó a los gobernadores de Coahuila, Óscar Flores Tapia y al de Oaxaca, Manuel Zárate Aquino. En el inicio de su sexenio, Carlos Salinas de Gortari, invitó a don Fernando Gutiérrez Barrios para hacerse cargo de la Secretaría de Gobernación.
Luego quitó a los gobernadores de Jalisco, Guillermo Cosío Vidaurri, Fausto Zapata Loredo en San Luis Potosí, Luis Martínez Villicaña en Michoacán, Víctor Manzanilla Shaffer en Yucatán, Mario Ramón Beteta en el Estado de México y Patrocino González Blanco en Chiapas. Estos antecedentes muestran el alcance del poder presidencial y que junto con el Senado de la República, han puesto en práctica la facultad contenida en el artículo 76 fracción V de la Constitución, para declarar desaparecidos los poderes en alguna entidad federativa.
En una semana muy agitada políticamente, luego de aprobarse las reformas y adiciones a la ley orgánica de la administración pública federal, se resaltó la figura de los “súperdelegados”. En efecto, además del reclamo de los gobernadores panistas que publicaron un desplegado en contra de los súperdelegados, el gobernador electo del Estado de Jalisco, Enrique Alfaro, reclamó que en nuevo modelo de organización del gobierno federal, se contemple la figura paralela a la autoridad constitucional, conocida como “súperdelegado”, “que asumiría decisiones en materia de seguridad pública, lo cual condenaría al fracaso la agenda de coordinación entre órdenes de gobierno”.
En respuesta al desplegado, el diputado Mario Delgado, líder de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados, dijo que “algunos gobernadores están muy acelerados, muy nerviosos y pidió entender que esta figura obedece a un esquema de austeridad”. Quien le echó más leña a la hoguera, fue el senador morenista por el Estado de Guerrero, Félix Salgado Macedonio, quien “amenazó a los mandatarios que no se ajusten a los nuevos lineamientos constitucionales, desde el Senado de la República, se puede dictar la desaparición de poderes”.
El presidente electo de México, desde la alcaldía de Tlalpan, advirtió que “no será rehén, ni se dejará chantajear por ninguna persona, ni por los gobernadores del Pan, Pri o Movimiento Ciudadano, porque el pueblo de México es el único amo”. Señaló López Obrador “que va haber como nunca un Estado de Derecho y ya no habrá estado chueco como hasta ahora. No limitamos la libertad de nadie y que quede claro, ya no habrá partidas de moches”.
Quien le puso altas dosis de calma política, con un mensaje claro a los gobernadores, fue Alfonso Durazo, quien aseveró que “en el próximo gobierno, no habrá desaparición de poderes en los estados y fue claro al señalar que la figura de los súperdelegados no supeditarán a los gobernadores”. “Eso no es posible, los gobernadores, los estados son soberanos y no pueden someterse a ninguna autoridad”.
Por el bienestar de la República y de la armonía entre el futuro mandatario y los gobernadores, todas esas dudas deben de aclararse en el seno de la Conago y deben dejarse de expresar mensajes que alienten el encono y juntos, la autoridad federal y los gobernadores de los estados, deben marchar juntos en esta nueva etapa de la República.