Vivir bajo el puente y no tener nada: la historia de Lupita e Hilario

Culiacán, Sinaloa.- Es la 01:35 de la tarde, cuando justo llegamos a este rincón, del que pareciera imposible imaginar un lugar para vivir.

Ahí están Guadalupe Haros e Hilario. Una pareja que literalmente está tan cerca y tan lejos. Cerca del peligro de ser picados por un animal o de un accidente automovilístico y lejos del interés de las autoridades.

Visualizar su casa hecha de desechos, de basura pues, no es fácil. Estar debajo de un puente, menos.

Desde diciembre de 2015 ‘tomaron’ la decisión de vivir a las faldas del río Culiacán. Ahí, entre lo irregular del terreno y a un lado del monte.

Se trata del puente Jorge Almada del bulevar José Limón, de esta ciudad capital, por donde circulan todos los días miles de autos y nadie observa lo que pasa abajo.

Para llegar se hace sólo caminando un tramo de 150 metros de banqueta desde el cruce con el bulevar Rotarismo al punto, o bien cruzando el bulevar entre los carros que circulan a alta velocidad por la zona.

Una historia de carencias.

Expulsados por su condición de pobreza desde el estado vecino de Sonora, la pareja llegó a Culiacán hace cuatro años en búsqueda de mejores oportunidades.

El no tener recursos para tener una vivienda propia o un terreno, les orilló a tomar un lugar donde nadie se esperaría.

Su frágil casa está ‘agarrada’ de la estructura del puente, soportada con pedazos de madera como techo, cubiertas estas con lonas y plásticos negros recogidos de la basura. Material que ya nadie quería y acomodado, le dieron forma de casa.

Creer es lo que les queda.

Ingresar ahí se hace agachado por lo reducido de la puerta. Lupita deja pasar a este reportero a ver su realidad.

Dentro una hornilla, una mesa que apenas tiene unas cuantas cosas para cocinar, y pegado a menos de dos metros adentro, lo que pudiéramos llamar habitación. Ahí hay un pequeño colchón donde duermen y despiertan bajo lonas.

Ahí mismo hay una imagen de una Virgen con unas viejas veladoras y en mismo pequeño espacio, un cuadro con la foto de Malverde, esperando que alguno hagan un milagro.

Desde su arribo a este lugar, donde están expuestos a un accidente automovilístico o algún animal peligroso, ningún gobierno los ve ni se ha acercado, confiesa Guadalupe.

Su condición no es sólo de pobreza, sino de exposición a la fauna nociva. Ratas, culebras, arácnidos e insectos son los compañeros de todos los días.

La señora de 42 años, pareja de Hilario tiene como misión ayudarle al hombre de la casa a empacar cartones, latas o botes de plástico, que es de lo que viven. Ayuda a lavar cerca del río y cocinar en su pequeña hornilla de leña.

Esto es la cocina de Guadalupe.

Olvidados.

Como tal no existen en la estadística. Nadie los ve, ni tampoco son sujetos a algún programa social gubernamental. “No tenemos donde estar es la verdad”, dice sin mayor vergüenza.

No tienen acceso a ningún servicio público o de salud. Su iluminación en las noches son las luces de los vehículos que pasan por la zona. Y su agua, es traída con ayuda de un carrito con ruedas que les fue regalado para transportar las cubetas.

En contraste, las temporadas de lluvia fueron largas para ellos. Las lonas fueron insuficientes para contener el agua que golpeó con fuerza su casa.

“A como podíamos (CON LA LLUVIA), le poníamos lonas, hule negro le ponía a la casita a manera de que no se mojara el colchoncito que teníamos”, recuerda.

Ayuda a cuenta gotas.

En sus tres años en vivir ahí, la pareja confían a ReflectoresMX, que sí ha habido gente que ocasionalmente les ha regalado cobijas y ropa usada. Todo sin esperar nada a cambio. Y hasta un ventilador para las épocas de calor, que recientemente les fue robado.

“Se lo agradecemos de todo corazón, (a la gente) porque me siento con más ánimos para salir adelante”.

Hilario, su esposo de 34 años se dedica a juntar cartones, fierro, plástico PET, y latas de la calle. Su trabajo consiste en cargar grandes sacos al hombro y cruzar el bulevar José Limón, en donde muchos automovilistas circulan a exceso de velocidad.

Con la ayuda del carrito que una gerente de conocida tienda mayorista les regaló, el señor originario de Peñasco, Sonora, camina por varios kilómetros hasta llegar al tiradero de una empresa que les da unos pesos por el material reciclable.

La familia confía que algún Día la Virgen o Malverde le hagan el milagrito de tener su casa.

Le piden a Quirino un pedazo de tierra.

Guadalupe se queda pensando y casi a punto de derramar las lágrimas cuando le preguntamos de sus sueños en la vida. Uno es encontrar a un hijo perdido desde años y el otro es, dice, contar con un terreno que pueda saber que es suyo.

-«¿Si el gobernador Quirino Ordaz viera este video, qué le pediría?», se le pregunta.

“Un terrenito, se lo agradeceríamos de todo corazón”, al intente y sin pensarlo.

“La buena acción que podría  hacer es darme un terrenito y se los agradecería de todo corazón porque todo cambiaría. Me pondría a trabajar bien, ya en una casa. Trabajaría mejor, en vez de andar juntando cartón. Dejaría de andar en estas fachas”.

Es entonces cuando pide clemencia: “tener una cosa digna”. Un lugar donde al salir de su casa, sabrá que nadie le robará el cartón o aluminio que con tanto sacrificio juntaron. Sin poner condiciones sólo pide tener la posibilidad de ingresar a los programas de vivienda.

El temor de que cualquier día puedan ser desalojados, les ha quitado el sueño. Han sido víctimas de indigentes que a veces le roban la poca ropa, los botes de aluminio, o cobre que juntan en la calle.

Guadalupe e Hilario no exigen mucho. Lo único que quieren es que al despertar, saber que la tierra que pisan, podría ser suya. Algo que nos anime a seguir saliendo adelante.

Aquí te decimos cómo llegar.

 ¿Quieres ayudar a esta familia?

PUEDES REGALARLE:

-Zapatos (hombre y/ mujer)

-Comida enlatada

-Papel sanitario

-Agua embotellada

-Cobijas

-Algún colchón para cama matrimonial.

 

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