Nueva York.- Los miembros del jurado en el juicio de Joaquín Guzmán Loera, conocido como ‘El Chapo’, escucharon la semana pasada una narrativa cinematográfica sobre los primeros años de la carrera del capo. Se detalló su ascenso como un joven novato en el tráfico de drogas hasta convertirse en un adinerado narcoempresario.
Gran parte del relato fue narrado por Miguel Ángel Martínez, uno de los primeros empleados del Chapo, que comenzó a trabajar para el cártel como piloto en 1987 antes de que lo ascendieran al puesto de encargado de las operaciones en Ciudad de México.
Durante cuatro días de la semana pasada como testigo del gobierno en la Corte Federal de Distrito en Brooklyn, Martínez describió cómo el capo de la droga pasó de ser un traficante novato con un equipo de solo veinticinco personas a ganar cientos de millones de dólares, los cuales gastó en lujos como una flotilla de aviones privados y un rancho con un zoológico donde los invitados podían subirse a un tren para observar cocodrilos y osos.
Sin embargo, como en muchas conexiones en el mundo del narcotráfico, la relación entre ambos terminó mal. En este caso en 1998, después de que arrestaron a Martínez.
El capo confiaba tanto en Martínez que puso varias de sus propiedades a su nombre, entre ellas una casa donde vivía una de sus amantes. Martínez vendió la casa sin permiso, pues estaba bajo custodia y enfrentaba costos legales cada vez más grandes.
En cuestión de meses, un equipo de asesinos lo confrontó en la cárcel y lo apuñaló siete veces, dijo. Sobrevivió, pero sufrió otro ataque con arma blanca, según lo relató al jurado la semana pasada, antes de que las autoridades lo trasladaran a una cárcel distinta. Sin embargo, también ahí enfrentó amenazas de muerte.
Una noche mientras dormía en su celda, recordó, lo despertó una banda que estaba afuera tocando una de las canciones favoritas de Guzmán, “Un puño de tierra”. Martínez lo consideró un mensaje por parte de su exjefe.
La mañana siguiente, temprano, un asesino apareció afuera de su celda. El hombre le apuntó al guardia con un arma a la cabeza y le exigió que abriera la reja, relató. Cuando el guardia dijo que no tenía la llave, el asesino arrojó dos granadas de mano a la puerta de la celda. Martínez le dijo al jurado que sobrevivió las explosiones protegiéndose detrás de un retrete.
Primeros días como contrabandista
El 29 de noviembre, después de que Martínez terminó su testimonio, el jurado se enteró de las aptitudes de Guzmán como contrabandista mediante el relato de su principal proveedor de cocaína, el capo colombiano Juan Carlos Ramírez Abadía.
Ramírez, líder del Cartel del Norte del Valle, recordó cómo en 1990 Guzmán trasladó su primera carga compartida de cocaína por México hasta Los Ángeles en menos de una semana, mucho más rápido, señaló, de lo que le tomaba a la mayoría de los traficantes mexicanos, es decir, un mes.
Pareció especialmente impresionado con la pista de aterrizaje clandestina de Guzmán, donde llegaban sus cinco aviones después de despegar desde Colombia. La pista no solo estaba bien iluminada, sino que los empleados mexicanos también reabastecían los aviones rápidamente, dijo Ramírez. Incluso les daban una comida matutina a los pilotos.
Un equipo de policías federales protegía y a menudo también participaba en el desembarque de las drogas, comentó.
El narcotraficante colombiano, conocido como Chupeta, ha sido uno de los testigos más sorprendentes hasta ahora. Antes de su arresto en Brasil en 2007, se sometió a cirugías estéticas para modificar todo su rostro —los pómulos, la mandíbula, los ojos, la boca, la nariz y las orejas— para evitar que las autoridades lo reconocieran. En el banquillo de testigos, parecía un personaje salido de una vieja tira cómica de Dick Tracy. Testificó usando un par de guantes y una parka abrochada, sin que se diera una explicación de por qué.
El regreso de Martínez a la corte está programado para hoy. De acuerdo con los documentos judiciales presentados el fin de semana, es probable que testifique acerca de los libros contables en código en los que registró sus negocios con el Chapo.
La búsqueda del arquitecto perfecto
Guzmán es muy conocido por construir túneles que usaba para exportar cocaína rápidamente desde México hacia Estados Unidos. No obstante, el hombre que merece gran parte del crédito por la construcción de esos primeros túneles es Felipe Corona, que se encargó de concebir un túnel desde Agua Prieta, México, hasta Douglas, Arizona, el cual le permitía a Guzmán transportar cocaína a Estados Unidos en menos de veinticuatro horas.
Corona también construyó bodegas y casas con compartimentos secretos, a los que llamó “clavos”, para almacenar drogas y dinero.
En estas casas, las habitaciones principales contenían interruptores ocultos en las ventanas. Al presionar uno de ellos, el marco de la cama y el piso se elevaban para revelar un cuarto de seguridad con escalones, una escalera y “una caja fuerte muy grande y muy segura”, testificó Martínez.
Martínez, que conoció a Corona en la casa de Guzmán en 1987, vio algunas de estas construcciones de primera mano e incluso vivió en una de las casas.
Otro de esos clavos, que describió que estaba como debajo del agua, incluía una cisterna. Después de drenar el agua, se veía una escalera, que se usaba para entrar al compartimento secreto.
Un curso sobre lavado de dinero
En el banquillo, Martínez detalló cómo un cártel lava dinero:
* Se usan billetes pequeños, la mayoría de 20 dólares.
* Se usan prestanombres (generalmente, personas que entregan su identificación a cambio de dinero para que se puedan ocultar las ganancias de la droga en su nombre) o “empresas fachada” (negocios legítimos que también participan en el narcotráfico de fondo).
* La ignorancia es una bendición. Generalmente, la mayoría de los miembros del cártel no saben dónde está oculto el dinero con el fin de que no se incaute si atrapan a alguien.
* Infiltrarse en “casas de cambio”, que trabajan con los bancos. Los traficantes pueden manejar tarjetas de prepago (con cientos de dólares), las cuales son más fáciles de transportar que el efectivo.
Cocaína perdida en el mar
A principios de la década de los noventa, un cargamento de 10 toneladas de cocaína, con un valor aproximado de 178 millones de dólares, se perdió en el mar cuando el cártel intentaba transportarlo durante un huracán, le dijo Martínez al jurado.
Guzmán desplegó sus cuatro aviones para que buscaran el cargamento, pero “jamás supimos dónde quedó”, comentó Martínez. “No encontramos ni el bote ni a los tripulantes ni la droga”.